LA HABANA- La revolución de Fidel Castro siempre fue más política que económica. Jamás pudo producir agujas de coser y pañales desechables. Tuvo una increíble capacidad de multiplicar la pobreza, disminuir la masa ganadera y a base de disparates, sepultar la industria azucarera.
Las cazuelas tiznadas continúan vacías y lo que quedó del Hombre Nuevo cubano merodea entre el frenético reguetón, alcohol destilado con carbón industrial y planes itinerantes para emigrar.
La mayoría de los cubanos no se toma en serio al nuevo gobierno. Pánfilo, “el viejito que en Vivir del Cuento la tira en estéreo los lunes por la noche, debiera ser el presidente, porque siempre refleja los problemas reales de los cubanos en sus programas televisivos”, señala Eddy, mulato que vende objetos religiosos en la Calzada de Diez de Octubre.
Miguel Díaz-Canel y el renovado Consejo de Estado es un chiste. Y créanme que no es una metáfora. Al guajiro de Falcón y a Salvador Valdés Mesa, segundo al mando, Nilda, enfermera les ha puesto “ébano y márfil”, recordando la vieja canción de Stevie Wonders y Paul McCartney.
En Cuba existe un racismo solapado que va desde los prejuicios personales, la segregación del negro a la discriminación invertida, es decir, negros que son más racistas que el peor racista blanco. Existen bromas crueles. Abundan las ofensas por el colo de la piel. Y temor que un 'tiznado' forme parte de una familia blanca.
Los negros siempre fueron discriminados.
Partieron en desventaja aquella mañana de 1886 cuando la Corona Española abolió la esclavitud en la Isla. No tenían propiedades, ni dinero, ni formación académica.
Eso lo pagaron, y lo seguirían pagando, en los años venideros. Son los más pobres entre los pobres. Lideran el ranking en las prisiones y cometen los delitos más deleznables. Viven en las peores casas. Reciben menos cantidad de dólares por concepto de remesas. Y son minoría los que administran negocios privados.
Suelen triunfar en la música, deporte y últimamente en la política. Tanto en la disidencia como dentro del régimen la membresías se han incrementado con negros y mestizos.
Los opositores y periodistas independientes negros o mulatos son numerosos. Entre los que lideran grupos se encuentran Berta Soler, Oscar Elías Biscet, Manuel Cuesta Morúa y Juan Antonio Madrazo.
Un periodista libre, que prefirió reservar su nombre, cuenta que la primera vez que fue a una reunión disidente, “se asombró de la cantidad de prietos que había. Según el último censo, el total de la población negra y mestiza, son el treinta y pico por ciento, pero yo creo que actualmente en la oposición los niches son el 60 por ciento. Y cuidado”.
Rosa Elvira, dependienta en un agro, considera que “en Cuba el racismo es cuento de niños. Sí, existen prejuicios, pero cada vez uno ve más parejas mixtas. Aquí los negros y blancos están jodidos por igual. Hay blancos peores que el negro más delincuente. Y negros que son verdaderos salaos”.
En el actual Consejo de Estado, el presidente es blanco (Miguel Díaz-Canel) y el primer vicepresidente es negro (Salvador Valdés Mesa). De los seis vicepresidentes, tres son mujeres, dos de ellas negras (Inés María Chapman y Beatriz Johnson) y una blanca (Gladys Bejerano). Los tres vicepresidentes hombres son blancos. Del resto, mujeres negras son Miriam Nicado, Ileana Amparo Flores, Yipsi Moreno y Felicia Martínez. Mulatas: Martha del Carmen Mesa, Bárbara Alexis y Rosalina Fournier. Blancas: Teresa Amarelle, Susely Morfa, Elizabeth Peña, Ivis Niuba Villa y Reina Salermo. De los hombres, de piel oscura solo hay uno, Carlos Alberto Martínez, director del hospital Calixto García.
"Puede que en sus carnés aparezcan como blancos, pero en el Consejo de Estado hay algunos mestizos tapiñados", comenta Aleida, maestra jubilada (se refiere a Roberto Morales, Homero Acosta, Ulises Guilarte, Rafael Santiesteban, Raúl Alejandro Palmero y Yoerkys Sánchez). Es que en Cuba el que no tiene de congo tiene de carabalí", dice riéndose.
Cuando usted le pregunta por qué, precisamente ahora el régimen decide aumentar su cuota de negros y mestizos, hace un gesto con sus hombros, abre los ojos desmesuradamente y responde:
“Pienso que es pa’callar bocas allá fuera. Imagínate, Estados Unidos que siempre nos dijeron que era el país más racista del mundo eligió un presidente oscuro. Y cada vez que miras un serial americano, los negros hacen ola. Esta gente (el gobierno) tenía que emparejar el juego. Y comenzaron a regar de morenos el Comité Central y el Consejo de Estado. A mí lo que me preocupa que, pa’ estar a la moda, meten negros donde quiera, pero la calidad profesional deja que desear. Ese Estaban Lazo, que Dios me perdone, pues yo soy negra, es un tronco de yuca. Y a Salvador Valdés la gente le dice el mudo, pues ni siquiera habla. Eso de tantos negros y mujeres gobernando es un paripé, en Cuba los que deciden son los mismos de siempre, los blanquitos viejos que lucharon en la Sierra”.
Cándido, chofer de un ómnibus rutero, opina que “más fuerte que el racismo, es que en Cuba, seas blanco, negro, mulato o chino, no puedes salir de la pobreza. No importa el color de los que gobiernan, pues lo hacen de espalda a la gente. No es un problema de raza ni de sexo. Es un asunto de escuchar al pueblo, resolver los problemas y ser eficientes. Me parece que esos negros y esas mujeres que nadie conoce están en el Consejo de Estado para hacer bulto”.
Jordán, licenciado en derecho, agradece que el gobierno haya insertado mayor cantidad de mujeres, negros y mestizos. "Pero no se gana nada si todos van votar de forma unánime y no se levantan en un plenario de la Asamblea a plantear los problemas que sufre el pueblo. El asunto no es de negros o blancos. Es de tener cojones para decir lo que realmente está pasando en Cuba. Dicen que en la disidencia hay muchos negros, pero son invisibles para la mayoría de la población. Poca gente los conoces y cuando el gobierno habla de ellos los etiqueta de terroristas o mercenarios”.
Todos los entrevistados aprueban el aumento del número de mujeres y negros en el gobierno y también en las filas del partido comunista. Pero quisieran que fueran capaces de tomar decisiones importantes.
Que no asistan solo al parlamento a levantar el brazo y aprovechen la presencia de los jerarcas para decir las cosas. Que sea algo más que una mano de pintura negra de cara a la galería internacional. Que mujeres y hombres, negros, mestizos o blancos sin el apellido Castro, gobiernen de verdad.