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Obispo de Holguín llama a participar sin miedo en consulta de nueva Carta Magna


 Emilio Aranguren, Obispo de Holguín.
Emilio Aranguren, Obispo de Holguín.

El obispo de Holguín, Emilio Aranguren, invitó a todos sus fieles a participar en la consulta del Proyecto de Constitución de la República de Cuba, pero desde una identidad eclesial.

En una carta que fue leída en las iglesias de Holguín y Las Tunas, Aranguren invitó a superar prejuicios, la influencia de experiencias dolorosas y el retraimiento, para participar en la consulta que se realiza en la isla desde el 13 de agosto y hasta el 15 de noviembre, del nuevo proyecto constitucional.

Aranguren instó a los creyentes a que participen en la consulta de una forma serena, libre y voluntaria, y que alejen toda actitud de miedo, apatía o indiferencia, para avanzar en la construcción de una Patria, como dijo Martí, con todos y para el bien de todos.

A continuación puede consultar el texto íntegro de la carta:

Queridos sacerdotes, diáconos, religiosos y miembros de las comunidades de la Diócesis:

Les transmito mi saludo con las mismas palabras con que lo hizo el apóstol al inicio de su Carta a los Efesios: “A ustedes, gracia y paz de parte de Dios nuestro Padre y de Jesucristo, el Señor” (Ef. 1,2).

Este saludo incluye un deseo de gracia y de paz, pero no de la paz que se define como “ausencia de guerra”, sino la paz interior (la que se experimenta en lo profundo del corazón), que es la que ofrece solamente Jesucristo. Recordemos que Él dijo:

“Mi paz les dejo, mi paz les doy. Una paz que el mundo no les puede dar. No se in quieten ni tengan miedo” (Jn. 14,27)

La razón que motiva estas líneas es ofrecerles una palabra que brota del corazón pastoral y que, considero, debo expresársela con sencillez y serenidad de espíritu, especialmente para iluminar -desde el Evangelio y el Magisterio de la Iglesia- este momento en el que, como ciudadanos cubanos, somos consultados en relación al texto del Proyecto de Constitución de nuestra Patria.

En días posteriores, espero volver a escribirles para tratar sobre otros temas que requieren ser pensados y rezados a partir de la ética cristiana y de las enseñanzas de la Doctrina Social de la Iglesia.

En esta ocasión, comparto algunos criterios que puedan sustentar una participación serena, libre y voluntaria, alejando de nosotros toda actitud de miedo, apatía o indiferencia para, de esta forma, brindar nuestro aporte sincero con el deseo de avanzar en la construcción de una Patria que, repitiendo lo expresado por José Martí, sea “con todos, y para el bien de todos”.

Me limito a hacer dos referen cias: una para recordar un principio básico de la naturaleza de la Iglesia y, otra relacionada con nuestra participación en el proceso de estudio, intercambio y opinión sobre el Proyecto de la Constitución de la República de Cuba.

1. Naturaleza y misión de la Iglesia

Los obispos cubanos, el 8 de septiembre de 2003, les dirigimos una Instrucción Teológico-Pastoral que titulamos “La presencia social de la Iglesia”. En el párrafo 23, leemos:

“Jesús confió a la Iglesia la misión de anunciar el Evangelio. Ella debe de predicar a tiempo y destiempo a Jesucristo, propiciando que todos los hombres se encuentren con Él para que participen de su vida divina y lleguen a la salvación. Esta vida nace del Amor de Dios que Cristo pone en el corazón de los cristianos, quienes así podrán comprometerse en la llegada del Reino de Dios: Reino de verdad y de vida, de santidad, de gracia, de justicia, de amor y de paz”.

En esta cita queda sintetizada la verdad de la naturaleza y misión de la Iglesia Católica y de todos y cada uno de nosotros, según la vocación propia, conscientes de que todo lo que hagamos como hijos de esta Iglesia, no puede perder de vista su esencia que nace del Misterio del Amor de un Dios que entregó a su Hijo, “haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Fil 2,8).

La muerte y resurrección de Cristo son frutos de la fidelidad a lo que Él anunció y vivió y, han de ser la inspiración para la vida de la Iglesia como Pueblo Santo de Dios, llamada a asumir las realidades que le corresponde cambiar desde s us estructuras y raíces. Todo ha de ser transformado por la gracia de Cristo y, como fruto de su propia vocación, cada laico está llamado a ser, ante el mundo, testigo de la resurrección y de la vida del Señor Jesús y signo del Dios vivo: “Lo que el alma e s en el cuerpo, eso han de ser los cristianos en el mundo”

2. La futura Constitución está llamada a formar parte del ‘bien común’ de nuestro pueblo

Queridos hermanos, muchas veces he tenido la experiencia de que, por el hecho de vivir en un entorno tan ideologizado, nos resulta difícil intercambiar sobre cuestiones de índole política. Arrastramos prejuicios, predisposiciones e, incluso, experiencias dolorosas que nos han marcado e influyen en muchos de nosotros y, en algunos, genera y justifica una postura d e retraimiento en espera de que sea otro el que diga o haga. A ello habría que añadir que, no siempre, las personas poseen la preparación requerida para la comprensión de los textos legislativos y análisis de las opiniones que, en este caso, son necesarios.

Cito al Papa Benedicto XVI en la homilía que pronunció en Aparecida el 13 de mayo de 2007: “La evangelización ha ido unida siempre a la promoción humana y a la auténtica liberación cristiana ...por lo mismo, será también necesaria una catequesis social y una adecuada formación en la doctrina social de la Iglesia....La vida cristiana no se expresa solamente en las virtudes personales, sino también en las virtudes sociales y políticas”.

Por tanto, entendemos bien qué son las virtudes sociales y políticas cuando nos preguntamos por lo que nos afecta e intentamos buscar soluciones comunes, incluso, cuando discernimos a partir de nuestra experiencia de fe cómo reaccionar y actuar, estamos incursionando en la política, ya que la “polis” (ciudad) es la esfera púb lica donde se articulan los intereses de todos los ciudadanos como conjunto social, el espacio para el desarrollo de la libertad entre los seres humanos en orden al logro del bien común. Para profundizar en esta enseñanza, les invito a leer e intercambiar el capítulo IV de la Constitución “Gozo y Esperanza” del Concilio Vaticano II.

Entendida de esta manera, la Iglesia ejerce desde su naturaleza y misión, un papel ineludible con su presencia pública; pues por la “encarnación del Hijo de Dios se ha unido en cierto modo con todo el hombre” (GS 22). El Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia, iluminan la “alta política” y el ejercicio del poder político, respetando la justa autonomía de ese ámbito.

Finalmente, les animo a que, el próximo jueves 30, iniciemos la Novena preparatoria a la Fiesta de la Virgen de la Caridad del Cobre, como Madre de los cubanos.

Qué bueno sería que, en todas las comunidades y casas donde se reúnan para compartir la oración, la lectura de la Palabra de Dios y las enseñanzas del Papa Francisco, no olvidemos pedirle a la Virgen para que nos ayude a vivir desde nuestra identidad eclesial, la responsabilidad de contribuir al bien común de nuestro pueblo, como ciudadanos y como miembros del pueblo creyente, preocupados por el futuro de Cuba.

Deseándoles una buena semana, les bendigo de todo corazón,

Emilio Aranguren Echeverría
Obispo de Holguín

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