Este artículo de opinión lo publicamos por cortesía de su autor, Oleksandr Pronkevych, decano de la Facultad de Filología en la Universidad Petr Mogilo del Mar Negro, en la ciudad de Mykolaiv y presidente de la Asociación de Hispanistas de Ucrania. La columna del profesor Pronkevych fue publicada originalmente en el diario La Voz de Galicia.
Acaba de salir TTAK, la revista de cómics e ilustraciones creada para mostrar el talento del alumnado de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad del País Vasco. Su primer número, como gesto de solidaridad con Ucrania, incluye artículos dedicados al arte ucraniano. Sobre ellos hablaré en mi siguiente texto. Ahora, con el permiso de la redacción de TTAK, propongo mi ensayo sobre los girasoles.
Los españoles trajeron los girasoles desde las Américas a principios del siglo XVI y los plantaron como una flor decorativa en los jardines botánicos de Madrid. Desde allí, el girasol viajó a nuestras tierras. Simón Syrennius, el científico del período barroco, lo menciona en su Herbal (1613) entre las plantas dadas a conocer a los ucranianos. En el siglo XVIII el girasol empezó su marcha triunfante por el país. Ahora Ucrania es el líder mundial en la producción de aceite de girasol y la flor es el símbolo nacional.
En colecciones de folklore he encontrado dos leyendas que comparan el girasol con una mujer hermosa cuyo amor el hombre no sabe apreciar. Una de estas leyendas nos cuenta que la hija del sol se enamoró de un joven y decidió quedarse en la tierra a pesar de que su padre la llamaba al cielo. Los dos se casaron, pero llegó un momento en el que el hombre empezó a distanciarse de su amada. La mujer trató de volver con su padre, pero no consiguió hacerlo porque sus pies habían crecido en el suelo como raíces: ella se había convertido en un girasol que buscaba con los ojos el sol, pero nunca consiguió reunirse con él. Otra leyenda es sobre una sirena del río Dnipró que salió a la orilla y vio el sol. Hechizada por la hermosura del cielo, no se percató del momento en el que su cola se convirtió en raíces y ella misma se transformó en un girasol. Estas historias tristes llaman nuestra atención sobre el simbolismo estético impresionante del girasol: es la flor de la hermosura femenina enigmática. Por esto las mujeres ucranianas llevan pequeños girasoles artificiales como adornos en su pelo.
El girasol para los ucranianos es la reencarnación de la fuerza vital, la flor del sol que les da ánimo para luchar y resucitar. Su cara abierta que parece el sol en el cielo, pero que no nos quema, sino nos saluda o nos quiere abrazar con la corona de pétalos. La cabeza de la flor es la mándala, figura de perfección y plenitud: en el corazón del girasol, están madurando semillas que traerán nueva vida a la tierra ucraniana torturada por la guerra. El formidable tallo ata la flor con el suelo fértil de donde el pueblo ucraniano extrae su energía.
El girasol es el símbolo de la resiliencia de Ucrania, su resistencia y su resurrección.