Han pasado tres años desde que un misil fulminó en el aire la nave de Malaysia Airlines. El 17 de julio, el vuelo MH17 entre Amsterdam y Kuala Lumper, con 298 personas a bordo, fue derribado en el este de Ucrania, en una zona controlada por los separatistas prorusos.
En el tercer aniversario de la tragedia, un grupo de familiares de las victimas protestaron frente a la embajada de la Federación Rusa en La Haya. El motivo de la sentada es la actitud de Moscú en la relación a la investigación. La negativa de el Kremlin a cooperar. Un banco y sillas en el césped, y el silencio como expresión de protesta.
La mayoría de los fallecidos en la tragedia eran de nacionalidad holandesa, por lo que piden que los implicados sean juzgados en los tribunales de Holanda, aunque viajan en el vuelo MH17 pasajeros de Australia, Malasia, Reino Unido, Alemania e Indonesia.
Con la presencia de los reyes de Holanda, Guillermo y Máxima, el primer ministro, Mark Rutte y unas dos mil personas, se inauguró un monumento cerca del aeropuerto de Schiphol, en la periferia de Amsterdam. La obra del artista Ronald Westerhuis, es un ojo de acero de 16 metros de ancho mirando al cielo y rodeado de 298 árboles. En cada árbol hay una placa que contiene el nombre de una víctima y le llaman el “bosque del recuerdo”.
Los asistentes llevaban girasoles para recordar a las víctimas. Sobre un campo ucraniano de girasoles cayeron aquel 17 de julio, los restos de la nave y de las victimas del disparo. Entre los árboles con los nombres de los asesinados, huertos de girasol.
Los rusos no han querido participar en las pesquisas, dan una versión diferente de lo ocurrido, obstaculizan la investigación, presentan informes unilaterales. Muchas de los separatistas pro-rusos, que son considerados “personas de interés” por los investigadores se han “extraviado” en Rusia. En las Naciones Unidas tuvieron su poder de veto para impedir la creación de un tribunal internacional que investigara el crimen.
Una investigación preliminar, realizada por un Equipo de Investigación Conjunta (JIT) que encabezó Holanda e integran Bélgica, Australia, Malasia y Ucrania, llegó a la conclusión que el avión fue alcanzado por un misil del sistema antiaéreo ruso BUK, desde territorio separatista.
Sin embargo, hasta el momento no se han presentado cargos contra los supuestos autores del lanzamiento del misil, a quienes Malasia espera poder imputar a finales de este año.
La Unión Europea (UE) pidió que se siga investigando para llevar a los tribunales a los responsables del crimen. Alabó la labor del grupo de investigadores y apoyó el pedido de Holanda para el juicio. Y el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, pidió a todas las partes cooperar con la investigación “para establecer la responsabilidad" del accidente, según un comunicado de la organización mundial.
El presidente ucraniano, Petró Poroshenko, desde Kiev, exigió que Rusia responda por el crimen. "El crimen podría no haber tenido lugar si no fuera por la agresión rusa, la lanzadera de misiles rusa y el misil ruso traídos desde Rusia. Debemos demostrar al agresor-terrorista que debe responder por sus crímenes", escribió Poroshenko en su página de Facebook. Anade el presidente que "fue un crimen flagrante que podría haber sido evitado si no hubiera habido una agresión rusa, equipamiento ruso y misiles rusos dirigidos desde territorio ruso".
Ucrania, dijo Poroshenko, cedió a Holanda la investigación y evitar que el Kremlin usara la crisis entre Kiev y Moscú para obviar sus responsabilidades.
Unas 100 personas, todas vinculadas a los separatistas sonsospechosas de tener un "papel activo" en la tragedia, pero los investigadores no hicieron públicos los nombres. Las autoridades ucranianas han hecho públicas las grabaciones de los separatistas informando y fanfarroneando por el derribo de los que pensaban era un avión militar.