Santiago de Chile - Un análisis del viaje del Papa a Chile demuestra que ninguno de los parámetros de la gira tuvo buenos resultados. El Pontífice le pidió paz a los mapuches y estos no lo escucharon y por el contrario quemaron otras seis iglesias en el sur del país.
El mensaje a la juventud, en la que les pide que actue frente al futuro, fue interpretado como un llamado a la insurrección, en un país que vive una constante agitación estudiantil.
El Papa instó a los jóvenes chilenos a "mover el piso" de la iglesia, a rejuvenecerla, pero el discurso no fue bien recibido por el grueso del público, agobiado por las huelgas de los estudiantes, quienes prosiguieron las protestas contra el visitante, en las calles de la capital y provincias.
El Viajero fue criticado por no reunirse con el presidente electo Sebastián Piñera y en cambio departió con Michelle Bachelet, afín en lo político, pero que deberá entregar el poder el 11 de marzo.
El Pontífice agitó el tema de los abusos sexuales de los sacerdotes, espinoso asunto para los chilenos.
Y habló de los emigrantes, craso error en una nación preocupada por la llegada masiva de extranjeros.
El turismo fue menor que lo esperado, especialmente del lado argentino que no acudió en masa a ver al papa, un nacional que no alargó su periplo hacia el país vecino.
Mapuches
El gobierno chileno ha enfrentado la insurrección de los mapuches por largos años.
Desde la conquista de los españoles, este grupo étnico ha luchado contra lo que llama "la invasión de sus tierras". El escritor español, Alonso de Ercilla y Zúñiga, se maravilló de esa lucha y la plasmó en el libro La Araucana, publicado entre 1574 y 1589 -que narra en primera persona- los intensos inicios de la Guerra de Arauco.
Los mapuches se movilizan desde hace décadas por la restitución de sus tierras, hoy en manos de empresarios agrícolas y forestales, lo que ha desencadenado un conflicto y la muerte de varias personas.
El Papa dialogó con una delegación de estos indios, quienes le dieron a conocer sus demandas y a los que pidió poner fin a la violencia. Su mensaje fue "No se puede pedir reconocimiento aniquilando al otro". Y agregó que "la violencia termina volviendo mentirosa la causa más justa".
La respuesta de los mapuches fue nuevos incendios de lugares religiosos.
Abusos sexuales
El tema fue uno de los más delicados del viaje del Papa, quien no tuvo una actitud firme contra los que protegieron a los curas culpables de violación de los niños. Por el contrario, el obispo Juan Barros quien se dice "amparó y encubrió a un sacerdote culpable", declaró que el Papa había sido muy cariñoso con él. Y el cardenal Errázuriz declaró que el Pontífice "estaba convencido que Barros no ha cometido delito alguno y el tema es una polémica inventada que no tiene fundamentos, por lo cual no lo va a cambiar".
La feligresía chilena reaccionó con dolor e indignación ante esta actitud.
Nelson Zalaquett declaró a El Mercurio: "Que el Papa y su iglesia no aleguen entonces por la falta de vocaciones y por el éxodo de fieles".
Pocos asistentes
La concurrencia en las calles y en las misas fue menor a lo esperado, salvo la celebrada en el parque O'Higgins de Santiago. Escaso número de personas fue a verlo pasar, en su recorrido por las ciudades programadas en la gira.
Tampoco los turistas llegaron en masa como se esperaba y no acudieron a los sitios por donde transitó el Papa.
Se esperaba que gran cantidad de argentinos iba a cruzar la cordillera para ver a su compatriota del Vaticano, expectativa que no sucedió y muchos hoteles y restaurantes se vieron vacíos de público, especialmente en Temuco e Iquique.
Saludo a las víctimas de la dictadura
El Papa, en Iquique, -ciudad norteña de Chile- antes de partir hacia Perú, recibió a dos representantes de las víctimas de la dictadura, quienes le entregaron una carta. El acto fue otro de los asuntos que levanta heridas en la sensible piel de los chilenos.
También el Pontífice recibió a un grupo de inmigrantes, otra materia negativa para los habitantes de Chile, que ven con preocupación el alto número de inmigrantes llegados últimamente al país desde Haití, Cuba y Venezuela.
La presidenta saliente Michelle Bachelet, lo despidió en el aeropuerto de Iquique y fue así como el Papa abandonó Chile, dejando numerosos temas de discusión por esta visita.