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Venezuela, en el Día de las Madres


Imagen de mujeres cubanas tras las recientes inundaciones, el 27 de abril de 2022. (AP Foto/Ariana Cubillos).
Imagen de mujeres cubanas tras las recientes inundaciones, el 27 de abril de 2022. (AP Foto/Ariana Cubillos).

A propósito del Día de las Madres que se celebra este domingo, la Voz de América conversó con tres madres venezolanas, que como en otros sitios de la región y el mundo tienen varios empleos para mejorar el bienestar de los hijos.

Cuando en marzo de 2020 el gobierno de Venezuela ordenó la cuarentena por la pandemia del COVID-19, la situación económica de Astrid Barricella empeoró. La venezolana cuenta que los precios de alimentos y servicios se elevaron y su sueldo no era suficiente para hacer frente a los gastos del hogar.

Barricella, de 46 años de edad, tenía más de 10 años de trabajo en la Corporación Socialista de Cemento, pero como madre de un hijo en un país donde los niveles de inflación son altos, decidió que era el momento de buscar otras fuentes adicionales de ingreso.

Desde entonces, la madre venezolana se dedica también a la venta de yogures y cosméticos. Esto, asegura, es lo que la ha ayudado en los últimos dos años a costear los gastos de su hogar. Especialmente los de su hijo, quien es intolerante al gluten y no puede consumir derivados lácteos, por ende requiere de una dieta especial que es mucho más costosa que la alimentación básica.

“El dinero que percibo va destinado en un 70% a cubrir las necesidades básicas de mi hijo (...) también debo cubrir colegio y deportes”, cuenta a la Voz de América.

Con ambos trabajos Barricella percibe mensualmente alrededor de 190 dólares, más del doble de lo que gana solo en la corporación, que ronda los 60 dólares al mes. Sin embargo, explica, ninguno de esos montos es suficiente para cubrir la canasta alimentaria venezolana, la cual alcanzó un récord máximo en abril de 2022, 381 dólares, lo que representa 1.723,15 bolívares de acuerdo con la tasa oficial. Esto según datos publicados por el Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF).

Además de ello, está el cansancio que genera tener más de un empleo. Barricella reconoce que no es sencillo.

“Es desgastante, me genera estrés y ansiedad al nivel de no poder dormir de las preocupaciones, pero hay que sacrificarse para tratar de tener una mejor calidad de vida”. Agrega que pese a ello cualquier sacrificio es poco si se trata del bienestar de su hijo.

“Ser madre en Venezuela es sin duda una constante lucha, pero hay que tener mucha fuerza, ánimo y buscar los medios que me permitan generar tranquilidad personal y también para los míos”, agrega. “Si tuviera que tener un cuarto trabajo lo haría”.

Glisel Rojas, de 51 años de edad, tiene un pensamiento muy claro: ser madre en un país como Venezuela es un reto aún mayor. Esto según indica, se debe al alto costo de la vida debido a la crisis económica que no cesa pese a la dolarización de facto que vive la nación suramericana.

“Ser madre en un país como Venezuela es un reto, un sacrificio, y lamentándolo mucho no se puede tener un solo trabajo. Pero antes de ir a sacrificarme en otro país, prefiero hacerlo en el mío y si tuviera que tener un cuarto trabajo pues lo haría”, dice a la VOA.

Rojas, quien es madre de dos, tiene tres trabajos actualmente. Es maestra de un colegio público, de uno privado y también labora en un negocio familiar los fines de semana. Entre todos logra percibir alrededor de 350 dólares mensuales, los cuales van dirigidos casi en su totalidad a su hija menor que estudia en la universidad, también en el pago de alquiler, comida y servicios.

Precisamente, impulsada ante la cantidad de gastos y su bajo salario como docente en una escuela pública, Rojas tomó la decisión de buscar otros empleos. Y es que, en Venezuela el sector educativo ha sido uno de los más golpeados en los últimos años.

De acuerdo con la ONG venezolana Un Estado de Derecho, un docente de máxima categoría en el sistema público (más de 20 años de servicio y posgrados) devenga un sueldo base de unos 11 dólares al mes. En contraste, el sector educativo privado ofrece a los docentes salarios de entre 60 y 200 dólares, según la Asociación Nacional de Instituciones Educativas Privadas (Andiep).

“Tomé la decisión de tener más de un empleo debido a la situación que vivimos en el país, en cuanto a la necesidad y lo costoso que es la alimentación, vestirse, la ropa, el calzado, los artículos de aseo personal, me vi en la obligación de tener más empleos para satisfacer y cubrir todas estas necesidades”, detalla.

Al igual que Astrid Barricella, esta madre venezolana reconoce que tener más de un trabajo no es una tarea fácil. Sin embargo, cree que el impulso de madre la ha hecho tener más fortaleza para seguir adelante pese a las adversidades.

“Pienso que la fuerza que saco es la de una madre luchadora que solo quiere el bienestar de sus hijos y de su hogar. Sacas fuerzas de donde no las tienes,Trabajo en lo que me gusta y lo hago con mucho cariño y vocación. Tengo 32 años siendo educadora. Más que un esfuerzo es una meta de seguir adelante, de ayudar a mis hijas, ayudarme a mi misma”, acota.

El caso de las venezolanas que han decidido buscar otros trabajos para obtener más ingresos no se limita solo a aquellas que viven en su país natal. Dulce María Guerra es madre venezolana y una de las seis millones de personas que salieron de Venezuela en los últimos cincos años debido a la crisis económica y política, de acuerdo con datos de Acnur.

Guerra reside actualmente en Amazonas, Brasil. Sus dos hijos están en Venezuela con su padre. Pese a la distancia, la mujer trabaja incansablemente para enviar dinero a sus pequeños y además costear sus gastos básicos.

En las mañana trabaja en una fábrica de madera y en las noches lo hace en un puesto de hamburguesas del que en muchas ocasiones sale alrededor de las 2:00 am dada la afluencia de clientes. Además, los domingos se encarga de la limpieza de una iglesia de la zona.

La fortaleza para hacer frente a tantas labores a diario se la dan sus hijos, con quienes habla frecuentemente por videollamadas con la esperanza de que pronto puedan reencontrarse.

“Mi fuerza viene de Dios y en pensar en mis hijos, por ellos me levanto cada mañana. Es difícil estar lejos de ellos, la depresión es grande pero no gano nada con estar deprimida. Tengo que seguir para poder lograr los objetivos y estar con mi familia”, afirma. Entre esos objetivos más cercanos está el de reunir suficiente dinero para poder viajar a Venezuela y celebrar los 15 años de su hija a finales de este año.

“Amo a mis hijos porque son lo mejor que tengo en mi vida, son mi todo. Sin ellos no sé qué sería de mí”, sentencia.

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