Niovel Alexander Tamayo nació en 1984, el año de la distopía totalitaria para George Orwell, en Manzanillo, al oriente de Cuba. A los cuatro meses lo llevaron a vivir a casa de su abuela, en el reparto habanero de Siboney, “un lugar muy solitario -dice-, donde viven muchos de los dirigentes del país, con sus familias, y artistas famosos, todos ellos a puertas cerradas, sin mezclarse con el pueblo, y eso de alguna manera contagia a los demás, aunque hay algunas cuadras donde la gente es más sociable”.
Quizá ese ambiente tributó a que la literatura le acompañara desde pequeño, o a escribir un primer poema a los siete u ocho años. “Mi madre escribía, aún lo hace de vez en vez –rememora Tamayo-. Lo que quiero decir es que a ella fue a la primera persona que vi escribiendo, y tuve la suerte de que en casa siempre hubiera libros”.
“Aunque también salía a mataperrear por el barrio, a veces mientras mis amigos de la infancia jugaban yo estaba leyendo –cuenta-. Esto es algo que se repite durante mi vida. Mientras ellos se divierten o entretienen con otras cosas, yo he estado leyendo, aunque cada día leo menos, y ahora más bien lo que hago es releer”.
Con algunos de sus amigos compartía los sueños de ser escritores al crecer. Junto con ellos llegó a casa del narrador Alberto Guerra Naranjo, quien creó un taller literario para ellos. “Aunque tuve varios profesores, incluso pasé por el Centro Onelio de Formación Literaria, con ninguno entendí mejor de qué va la literatura y cómo se hace”, asegura.
“De niño y adolescente gané algunos concursos literarios, y publiqué parte de lo que hacía en revistas y webs oficialistas, pero a mi postura contestataria la fue alcanzando la censura del régimen hasta que no me quedó más opción que tratar de publicar fuera del país, y luego buscar trabajo como periodista independiente”, dice Tamayo.
Si el periodismo independiente, donde actualmente se desempeña, fue un giro para su vida, la conversión al islam en 2010, tuvo un peso mayor. Y cambió de nombre: Abu Duyanah Tamayo. “Tuve verdadera conciencia de que existía el Islam con la guerra de Estados Unidos contra el gobierno de los talibanes. Ese conflicto me hizo preguntarme quiénes eran en verdad los musulmanes”.
Ledian, uno de los mejores amigos de Tamayo, le habló sobre Malcolm X. También el hijo de un embajador de Argelia en Cuba, le ayudó a entender un poco más sobre esa religión. Luego accedió a libros sobre el tema, incluyendo una traducción del Corán en español; comenzó a conversar con musulmanes cubanos que vivían aquí en el barrio.
Sin embargo, Tamayo ganó notoriedad nacional por ser uno de los participantes en la huelga de hambre que tuvo lugar en la sede del Movimiento de artivistas San Isidro (MSI) del 18 hasta el 26 de noviembre, cuando presunto personal médico entró a la fuerza al local y arrestó a los 14 acuartelados. Entre ellos estaban personas de distintas procedencias y profesiones, tales como el bioquímico Oscar Casanella, un emprendedor como el evangélico Osmani Pardo, el rapero Maykel Obsorbo, o la catedrática expulsada del Instituto Superior de Diseño Omara Ruiz Urquiola.
El motivo de la huelga de hambre, en la que no todos los acantonados participaron, tuvo por centro el arresto y juicio exprés que se realizó al rapero contestatario, miembro del MSI, Denis Solís; luego sumaron la demanda de poner fin a las tiendas en Moneda Libremente Convertible (MLC), como el régimen castrista nombró una creciente red de establecimientos que expenden productos de primera necesidad solo en euros, dólares u otras divisas fuertes, y a la que no tiene acceso la mayoría de la población.
La visibilidad de la protesta pacífica fue in crescendo a medida que los días pasaban. La agencia alemana Deutsche Welle reseñó que “los activistas recibieron solidaridad pública de una centena de cineastas, y de más de 200 sacerdotes y laicos cubanos”.
La chispa de San Isidro desató que el 27 de noviembre de 2020 entre 200 y 600 personas, según la fuente que se cite, se personaron ante el Mincult. Si bien el grupo inicial se concentró en solidaridad con el MSI, mientras la muchedumbre creció entre abiertos anticastristas, socialistas y comunistas, las demandas parecían menos precisas.
Tamayo vivió esta última parte a través de las redes sociales. Permanecía en su casa, bajo arresto domiciliario arbitrario. Conversamos largamente cuando lo visité para llevarle mi abrazo y algo de alimento, cosa que algunos amigos también hicieron durante los casi 20 días que una patrulla y agentes de los Órganos de la Seguridad del Estado (OSE) permanecieron frente a su vivienda.
Acantonarse dentro de la sede del MSI, ¿fue decisión de ustedes o los empujó la actitud del régimen a hacerlo?
Te puedo decir que los sucesos ocurridos en la sede del Movimiento San Isidro son culpa del régimen, pero el máximo responsable de todo eso es Fidel Castro, de eso y de todo lo que ha pasado en Cuba desde 1959.
Como sabemos la Seguridad del Estado se llevó a Denis Solís, pero igual se pudo haber llevado a cualquier otro de los miembros del Movimiento San Isidro, y en mi caso la respuesta hubiera sido la misma: protestar. Eso se lo he dejado claro a la Seguridad del Estado en varias ocasiones, y creo que lo demostré cuando se llevaron a Luis Manuel a principio del año. Yo por encima de todo quisiera estar tranquilo viviendo al margen de la dictadura, pero el temor a que me hagan lo mismo, y la convicción de que tengo que oponerme a la injusticia, no me deja pasar este tipo de cosas por alto.
La decisión de quedarnos allí no era lo que habíamos planeado, nosotros solo queríamos salir al espacio público a leer poesía como forma de reclamar la liberación de Denis Solís, aunque sí se había previsto que de ser necesario, en algún momento, no precisamente en ese, se podía hacer algo parecido.
Y lo que pasó fue que en cuanto comenzó a caer la tarde nos dimos cuenta que estábamos rodeados por la policía política, y si salíamos nos iban a detener a todos y no podríamos hacer la lectura, entonces Omara Ruiz Urquiola propuso que lo mejor era quedarnos esa noche ahí y ya veríamos qué hacer al otro día.
Dentro de la sede del MSI, que es también la casa de Luis Manuel Otero Alcántara, se unieron un evangélico, católicos, ateos, y tú, un musulmán. Era una reunión de credos interesante, unida por la visión de una Cuba sin comunismo.
Esos días en la sede del MSI fueron espectaculares. Que hubiera tanta diversidad ahí dentro da una medida de lo que podemos hacer los cubanos, dentro de Cuba.
A mí la manera que me gusta para trabajar en grupo es en la que todos cooperan, en la que todos son responsables de hacer algo, de velar por algo, y donde no existe ningún tipo de jerarquía, y eso fue lo que tuvimos allí, si quitar de que el lugar es la casa de Luis Manuel, y el que manda en su casa es él.
Lo mejor de todo es que siempre reinó el respeto por la diferencia, y desde el primer momento tuvimos claro que los que estábamos allí éramos todos diferentes, y eso sirvió también para organizarnos, aunque a veces esa diferencia nos puso a prueba, sobre todo porque algunos son más frontales a la hora de oponerse a la dictadura.
Hubo varias agresiones contra los acuartelados. Desde el ataque de un hombre contra la puerta hasta la contaminación de la fuente de agua de la casa. ¿Cómo sucedieron esos acontecimientos? ¿Hubo otros?
Todo el tiempo estuvieron agrediéndonos. Nos bloquearon las líneas de teléfonos para que no pudiéramos tener accesos a internet, pero sucedió que además de esas líneas que estábamos usando, las que usamos siempre, había otras, porque nos han cortado tantas veces el acceso a internet que no nos queda otra que tener siempre una según línea, y hasta una tercera.
Luego cuando se dieron cuenta que continuábamos conectados informando al mundo de lo que estaba pasando, mandarón a un carro de la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba, ETECSA, y los operarios que vinieron en ese carro pusieron un dispositivo fuera de la casa que magnetizaba las tarjetas SIM, y eso hizo que comenzáramos a perder el acceso a internet, pero rápidamente los amigos y vecinos empezaron a mandar otras líneas para que pudiéramos seguir conectados.
Esto del dispositivo lo vimos cuando lo estaban haciendo. Luego cuando nos sacaron a la fuerza, uno de los huelguistas de San Isidro, Osmani Pardo fue a una oficina de ETECSA [monopolio estatal de telecomunicaciones] a reclamar porque su línea aún permanecía bloqueada, y la mujer que lo atendió le explicó que eso era producto a un aparato que se usaba para eso.
Cuando te digo que todo el tiempo estuvieron agrediéndonos, es porque la presión sicológica siempre estuvo sobre nosotros. La Seguridad constantemente mandaba a gente del barrio a que pasara a saludarnos, y entonces esa gente, como si estuviera de nuestra parte, nos decía que había escuchado a los agentes comentar que iban a asaltar la casa, o que por la noche se iban a meter por el techo, o que estaban preparando a los antimotines para romper la puerta.
Yo me había dado a la tarea de cuidar a Maykel [Osorbo] y Luis Manuel [Otero Alcántara], por eso dormía por la mañana y me pasaba la noche listo por si necesitaban algo, por si se levantaban para ir al baño, y como estaban haciendo la huelga, había que estar atento no fuera a ser que se cayeran y se hicieran daño, por eso cuando lo del ataque con el ácido yo estaba despierto, y creo que Anamelys [Ramos] había estado trabajando en algo y por eso también estaba despierta, parada junto a la puerta cuando tiraron el ácido por la entrada, y creo que hasta Maykel también estaba despierto. A Ana parte del líquido ese le cayó en uno de los pies, eso fue lo que nos alertó, y luego la peste que desprendía eso se metió por toda la casa, y lo que pasó fue, que cuando fuimos a buscar algo para limpiar la entrada, nos dimos cuenta que también habían tirado el mismo líquido desde la azotea para la cisterna de agua. Lo peor de eso es que de ese depósito de agua se abastecen varias familias, pero eso poco importa para un régimen que lleva 62 años en el poder gracias al uso de la fuerza.
En cuanto al que rompió la puerta, el hombre se apreció por la ventana para saludar y luego le pidió a Luis Manuel hablar con él, y como es del barrio, Luis salió a hablar con él y en la primera oportunidad que tuvo trató de sacarlo a la fuerza para que la Seguridad del Estado lo detuviera, y así ponerle fin a la protesta, porque como la casa es de Luis, si lo detenían iban a tener la justificación para sacarnos, además porque en la mente de ellos estaba la idea de que Luis Manuel era el que dirigía todo. Ellos nunca han aceptado que nosotros funcionamos de otra manera, y que nadie nos dirige.
Lo que pasó fue que como el hombre no pudo sacar a Luis porque nosotros nos movimos rápido y se lo quitamos de las manos, entonces comenzó a lanzar botellas de cerveza contra la casa, y como cerramos la puerta para que las botellas no siguieran entrando, entonces comenzó a golpear la puerta con una especie de martillo. Todo esto duró varios minutos, con los agentes de la Seguridad del Estado a solo unos metros, en una cuadra por donde no dejaban pasar a nadie.
Usando la excusa de un contacto por Coronavirus con el grupo funcionarios del régimen irrumpieron en la sede del Movimiento y desmantelaron al grupo. Las mujeres, se publicó, fueron conducidas a sus casas, pero los hombres no. ¿Qué ocurrió con ustedes y contigo específicamente?
A mí me sacaron entre cuatro o cinco hombres, a pesar de que no me resistí. Hay un video donde se ve cómo me agarran. Lo mejor de esto es que unos días después sale Díaz-Canel diciendo que a los jóvenes de San Isidro la dictadura no les había tocado ni un pelo, y a mí me jalaron de los pelos para sacarme.
Cuando nos sacaron no metieron en un carro jaula que estrenaron con nosotros, según lo que comentaron los policías que iban en él y de ahí nos llevaron para la estación de policía de Cuba y Chacón, donde estuvimos buen tiempo, dentro de aquel carro, hasta que comenzaron a sacarnos uno a uno.
A mí me montaron en una patrulla y me trajeron para mi casa. Esa gente estaba tan perdida, tan nerviosa, que la dirección que le dieron a los de la patrulla no coincidía con ninguna en mi barrio. Entonces cuando el carro se puso en movimiento traté de explicarle al chofer que le habían dado la dirección mal, pero me dijo que no hablara nada con él, que yo no tenía nada que hablar.
Y sí podía hablar lo que quisiera, en ese momento yo era el dueño de Cuba, pero preferí callar y esperar que ellos solitos me pidieran que los ayudara, y eso fue lo que hicieron cuando no encontraban la dirección, y cuando llegamos aquí, a mi casa, nos estaba esperando un agente de los OSE que me dijo que todo estaba bien, pero yo sabía que nada estaba bien, y se lo hice saber antes de entrar a mi casa.
Una vez que te condujeron a tu casa, ¿cómo reaccionaron tu familia, tus amigos y vecinos? A finales de noviembre posteaste que tu ex-esposa prohibió a tu madre ir a visitar a sus nietos a causa de todo el revuelo. ¿Cómo te impactó ese escenario?
En mi casa todos dormían cuando llegué, pero cuando me sintieron se levantaron. Y como es lógico en un momento como ese, se pusieron a hacerme un camión de preguntas, porque ya alguien les había avisado de que nos habían sacado a la fuerza de la sede del movimiento, pero estaban tranquilos.
Lo que pasa es que hace ya unos cuantos años, más de diez años, que ellos no se inmiscuyen en mis asuntos, sobre todo para evitar que la Seguridad del Estado tome alguna represalia contra ellos, porque al final yo estoy decidido a continuar luchando por mis derechos y los derechos de los cubanos.
En cuanto a mis amigos y vecinos, algunos vinieron a verme, y otros me estuvieron escribiendo o llamando constantemente, principalmente porque al día siguiente de llegar a mi casa me enteré de que tenía prohibido salir. A algunos amigos les pedí que no vinieran, para evitar que tomaran represalias contra ellos.
De manera general, mis vecinos me quieren y me apoyan, sobre todo los jóvenes, algunos hasta me defienden, y eso dice mucho de qué es lo que quieren los cubanos.
La madre de mis hijos lleva casi dos años negándose a que los niños pasen tiempo conmigo, pero mi madre puede ir a verlos. Ella va cada 15 días. Lo que pasó en ese momento fue que usó la excusa de todo lo que estaba pasando conmigo para decirle a mis familiares, no solo a mi madre, que no fueran a ver a los niños, para eso utilizó la excusa del Covid, cuando todo el mundo sabía que lo del Covid era mentira.
Eso me puso triste, como siempre, pero como no puedo hacer nada decidí hablar con mis familiares para que tampoco le hicieran caso y dejaran pasar los días, ya luego veríamos que hacer.
Estoy convencido de que la mano de la Seguridad del Estado está tras la negativa de mi exesposa para que mis hijos pasen tiempo conmigo, pero no lo puedo probar.
El régimen instaló en las afueras de tu domicilio una patrulla policial y agentes de la Seguridad del Estado para impedirte salir. ¿Cuánto tiempo duró el arresto domiciliario? ¿Pesaba algún cargo en tu contra o era completamente arbitrario?
El operativo de la Seguridad del Estado para evitarme salir de mi casa duró casi 20 días, y sí, era completamente arbitrario, porque ellos no tenían ninguna causa contra mí, incluso cuando vinieron a comunicarme que iban a levantar el operativo, uno de los agentes de la Seguridad reconoció que era completamente ilegal, pero imagínate, este régimen se ha sostenido gracias al uso de la fuerza, y poco les importa violar las leyes.
El 27 de noviembre cientos de intelectuales y artistas, mayormente jóvenes, llegaron frente al Mincult en solidaridad con la causa de los huelguistas. Cuando conociste de la movilización por las redes sociales, ¿qué posibilidades vislumbraste en tu mente? ¿Te parecía una prolongación de la chispa de San Isidro?
Estoy de acuerdo con cualquier acción cívica que el pueblo adelante para reclamar sus derechos, y por supuesto que mi apoyo estaba y está con los que se plantaron frente al ministerio, pero en ese momento dejé en claro mi postura de que con el régimen no se negocia, a pesar de que yo me creo un negociador.
Lo que pasa es que, como se demostró después, el régimen no negocia. La cúpula castrista prefiere derramar sangre antes que negociar. Solo hay que ver que estando en desventaja. No negocian con el Gobierno de los Estados Unidos, cómo van a negociar con el pueblo cubano.
Yo me imagino ese momento, cuando todo el pueblo esté en las calles pidiendo el fin de la dictadura, y al régimen acusándolos de ser la contrarrevolución.
Creo que en ese caso lo que debían era quedarse quietos donde estaban, y esperar que el régimen fuera el que actuara, sobre todo porque las cámaras estaban ahí y había una conexión muy grande con todos los jóvenes del país, y con otros no tan jóvenes. También creo que cualquier negociación con el régimen necesita de negociadores, no de activistas, aunque no vayamos a lograr nada. Los activistas logran la negociación, pero luego hay que dar paso a los negociadores, y en Cuba no tenemos negociadores.
Si los que se plantaron fuera del Mincult se hubieran quedado firmes en sus reclamos ese día, allí, sin moverse, a lo mejor ya Denis Solís estuviera en libertad, puede que ya hasta la asamblea castrista hubiera legislado en favor de la libertad de expresión, el derecho a reunión, incluso, el derecho a la manifestación pacífica.
Aquella movilización -quizá la más numerosa desde que Amnistía Internacional en 1995 reportó un millar de evangélicos por la libertad de Orson Vila ante al Tribunal Provincial camagüeyano- terminó con diálogo entre una representación de artistas y el viceministro de Cultura, Fernando Rojas. Anamelys Ramos, Oscar Casanella, tú y otros huelguistas no se manifestaron conformes. ¿Por qué?
Lo repito: estoy convencido de que con la dictadura no se negocia. Cuando estábamos en San Isidro varias personas fueron allí mandados por la Seguridad del Estado pidiéndonos que dejáramos la protesta, sobre todo a los que estaban en huelga de hambre, pero en ningún momento nos dijeron que iban a liberar a Denis, que era el objetivo de todo aquello. Tú te llevaste a Denis, tú tienes que liberarlo, pero a cambio nosotros íbamos de deponer la protesta. Ese debió ser el principio de los que se plantaron frente al Mincult.
Todos los activistas conocidos quieren el fin de la dictadura, pero la pelea ahora mismo es por el respeto a los derechos que tenemos como seres humanos, si no ponemos eso como algo innegociable, no podemos avanzar. Muchos le temen a los calabozos, a las prisiones, a la represión, y no acaban de entender que la libertad lleva sacrificios.
El régimen no respeta a los cubanos, y si no tienes nada para negociar con él, cómo crees que se va a sentar contigo. Ese día los que estaban frente al Mincult tenían la protesta como algo para negociar, y no supieron aprovecharla.
Tras la invasión a la sede del MSI por parte del régimen la huelga irrumpió en los medios oficiales. El asesinato de reputación que la maquinaria mediática estatal ha emprendido contra los huelguistas de San Isidro, ¿te sorprendió?
Ya nada que venga de parte de la dictadura me sorprende. Espero que algún día vengan a darme un tiro, o que manden a un camión que me pase por arriba, o cualquier otra cosa que ponga fin a mi vida.
Lo que están haciendo por los medios es algo que siempre han hecho, lo hicieron con Huber Matos y otros muchos desde que usurparon el poder. Ese tipo de cosas es algo que forma parte de la naturaleza del régimen; y ya con nosotros lo venían haciendo, con algunos más que con otros, sobre todo con Luis Manuel. Era de esperar que le pusieran más fuerza, y que continúen arreciando, hasta que vean la oportunidad de pasar a acciones más violentas. Creo que están tratando de preparar a la opinión nacional para algo más grande.