Guillermo intenta huir, evadir las piedras que dos jóvenes le lanzan como si fuera un muñeco de tiro al blanco, pero las señales de urgencia que le envía su cerebro no pueden ejecutarlas sus piernas atrofiadas por la diabetes y una gangrena incipiente.
Entonces, busca esconderse detrás de unos pequeños arbustos, pero las piedras siguen rondando sobre su cabeza. Son las cuatro de la tarde de un día cualquiera en la barriada de La Víbora y, a falta de pasatiempo, la pareja de adolescentes practican su puntería con un viejo de más de 80 años que apenas puede sostener sus muletas.
La gente que come pizzas en una cafetería de la calle Heredia, esquina Acosta, mira el suceso como los espectadores que acuden a una ejecución pública por apedreamiento en Irán.
Algunas mujeres intentan disuadir a los jóvenes. Pero, entonces, una batería de groserías se enfila hacia ellas. "Vayan a buscarse maridos, viejas tortilleras", gritan mientras emprenden la carrera.
El anciano, un mendigo que frecuenta el barrio y apacigua el hambre registrando en los latones de basura, derrengado en la acera, no puede entender a qué se debe ese odio juvenil.
"Yo no me meto con nadie. Son unos abusadores. Y no es primera vez. Casi todas las semanas, niños y jóvenes me tiran piedras o insultan. No quisiera tener que recoger sobras de comida en la basura. La culpa la tienen Fidel y Raúl Castro", dice y comienza una encendida arenga contra los hermanos autócratas.
Algunos curiosos huyen. Otros graban con sus teléfonos móviles. Ya es moda en Cuba grabar con los celulares cualquier riña o espectáculo degradante.
Luego, lo publican en YouTube. Como sucedió con un grupo de niños en edades primarias en Camagüey, cuando padres con móviles dejaron constancia del degradante baile erótico de reguetón; o con un cadáver que se cayó de un vehículo de Medicina Legal en 23 y G, El Vedado, y allá fue el gentío a grabar el suceso.
Dos años antes, un tren mató a una joven en el cruce de ferrocarril ubicado en el Café Colón y la Calzada de 10 de Octubre; la aglomeración de personas, antes de socorrer, comenzó a filmar.
Para Eulogio, gastronómico en una cafetería estatal de la calle Galiano, es preocupante la gran cantidad de mendigos y dementes en la capital, y el espectáculo audiovisual que generan ante cualquier suceso.
"Hace unos meses, apareció muerto un borracho que duerme en los portales y la gente, en vez de llamar a la policía o a una ambulancia, como si nada, grabando con sus celulares. Y cada día hay más vagabundos y locos en la ciudad, siempre sucios y hambrientos. Yo me pregunto qué hace el Gobierno", expresa Eulogio.
El número de mendigos en La Habana es alarmante. El Estado los llama 'deambulantes' y si damos crédito a un estudio de instituciones oficiales, la cifra oscila en entre 2.500 y 3.000 en todo el país.
Pero José Carlos, geriatra, afirma que ese dato no se ajusta a la realidad. "Sólo en el municipio 10 de Octubre, he atendido a más de 200 personas que deambulan y duermen en las calles".
Es indeterminado el número de borrachos y personas de bajos recursos que viven en la indigencia. En la esquina de la calle Carmen, frente a la Plaza Roja de la Víbora, desde muy temprano, una decena de menesterosos, alcohólicos y dementes en el portal de una bodega colocan un surtido de objetos que recogen de latones de basura.
Desde libros con los discursos de Fidel Castro, piezas de relojes despertadores de la era soviética, ropa y zapatos de uso hasta componentes de añejas computadoras. Los precios oscilan de cinco a veinte pesos. Después, con el dinero se van beber el peor ron casero o comer algo caliente en una hedionda fonda estatal.
Según una delegada del Poder Popular en Centro Habana, "se ha discutido con las autoridades de la provincia para buscar una solución al número creciente de menesterosos, gente que recoge materia prima sin licencia o con graves problemas de demencia que pululan por la ciudad. Pero, excepto en las fechas en que el país es visitado por un mandatario extranjero, que los recogen, bañan y les dan comida en un albergue estatal, el resto del año nada se hace. O se hace muy poco".
La Iglesia Católica y otras denominaciones religiosas hacen lo que pueden. "Todas las tardes les damos merienda o comida a varias personas necesitadas. Muchos duermen en la calle. Quisiéramos hacer más", confiesa una monja de la parroquia del Mónaco.
Algunos mendigos fueron presos comunes y son violentos. Otros, residuos de una "revolución" que ha quedado en la cuneta.
Papo, un vagabundo que duerme en unos cartones en un parque del Reparto Sevillano, asegura que peleó "en la limpia de bandidos del Escambray y en Angola. Y mira cómo el Gobierno por el que arriesgué mi vida me paga".
De cubanos como Papo nadie se acuerda. Ni la prensa oficial, ni los planes de futuro del Partido Comunista. Son los olvidados de siempre.
Y que ahora, con los móviles, se convierten en espectáculo para jóvenes que sin ningún sentimiento, los graban y lo suben a Facebook o YouTube. Seres humanos que pudieran ser sus padres o abuelos.