En el epílogo de una primera etapa de la Serie Nacional de Béisbol que se juega a gradas vacías, entre el bostezo y la ausencia de grandes estrellas, los fanáticos a la pelota se estremecieron con la noticia del fallecimiento en un accidente náutico del lanzador derecho de los Marlins de Miami, José Fernández.
Fernández, oriundo de la central provincia Villa Clara, no fue un pitcher cualquiera. Se marchó de Cuba junto a su familia con 14 años de edad y brilló en las ligas infantiles. En tres temporadas en la MLB obtuvo 38 victorias y 17 reveses con un equipo que suele merodear la parte baja de la tabla de posiciones.
Su recta de 97 millas, el cambio y una espectacular bola quebrada fueron las armas para ponchar a 587 bateadores. Tuvo un WIP de otra galaxia: 1.05. Y los rivales le promediaron para un anémico average de 209.
Tejió una cadena de triunfos. En septiembre de 2015, tenía 27 juegos iniciados sin perder como home club. Quizás junto a Clayton Kershaw y Jack Arrieta, conformaba el mejor trío de abridores de las Mayores.
A sus 24 años pintaba para cosas grandes. La noticia de su muerte se difuminó en La Habana a una velocidad supersónica. Sergio Giralt, 51 años, reparaba un viejo ventilador chino cuando un amigo del barrio le anunció el fallecimiento de Fernández.
“Después, por la antena (TV clandestina) me enteré de otros detalles. Me puse en contacto con otros amigos y quedamos para el próximo viernes hacerle un homenaje en nuestra peña”, dice Giralt, presidente de la peña beisbolera MLB.com que cada viernes se reúne en el parque John Lennon, en 17 entre 6 y 8, Vedado.
En la parte antigua de la ciudad, a un costado de la estatua de José Martí, en el Parque Central, varios fanáticos comentaban la trágica noticia.
Gregorio, un tipo pasado de peso con voz gutural, sentado en un banco de mármol y rodeado de personas que escuchaban absortos, de un papel impreso, leía informaciones descargadas por internet.
“Oye, qué te puedo decir, José era un monstruo, brother. Tenía todas las
herramientas para hacer historia en las Grandes Ligas. Es una pena morir tan joven. Los amantes a la pelota nos perdimos la oportunidad de verlo lanzar algún día por un equipo Cuba que participara en el Clásico”, comenta Reinaldo, un mulato canoso que gesticula mucho con las manos mientras habla.
Danilo, estudiante de tercer año de preuniversitario, dice que en su casa tiene un video con los mejores momentos de José Fernández en la MLB.
“Yo era un fan de José. Desde hace dos meses estaba detrás de un socio para que me vendiera en 20 cuc una camisa de Fernández. Ahora, después de su muerte, supongo, que subirán de precio”, dijo.
La pacata y aburrida prensa nacional, que apenas informa sobre el desempeño de los peloteros cubanos que juegan en la gran carpa, en dos breves notas informó del deceso. Tanto los sitios digitales de Cubadebate y Trabajadores, como los programas deportivos, comentaron el suceso.
Pasada las dos de la tarde, bajo un calor de bochorno, en el vetusto Estadio del Cerro jugaban los equipos Industriales y Pinar del Río con las gradas casi desiertas. Varios aficionados, sentados en la gradas paralelas a la tercera base, miraban de reojo el partido mientras compartían estadísticas de José Fernández.
Ya se sabe que el béisbol en Cuba, más que un deporte, es una buena manera para escapar de las penurias cotidianas, las neveras vacías y las billeteras con poco dinero.
Durante las tres horas y media que puede durar un partido, la gente habla gritando sobre las estrellas del béisbol y cada cual intenta demostrar que conoce más de pelota que su interlocutor.
Pero el domingo 25 de septiembre fue diferente. Desde luego que continuaron las apuestas y la mayoría coincidía sobre la deplorable calidad de nuestra Serie Nacional.
Norberto, 86 años, ha visto demasiado béisbol como para hacer un juicio
certero. “Yo estoy viendo pelota desde los 10 años. Aquí mismo, en este estadio, vi jugar a Willy Miranda, Pedro Fomental y Camilo Pascual. Y te digo que José Fernández se codeaba con esas vacas sagradas. ¿Ustedes se imaginan lo que hubiera hecho ese chiquito si no hubiera muerto?”, le dice a un grupo de fanáticos que asienten en silencio.
Aunque los amantes al béisbol en la Isla no tuvieron la oportunidad de seguir en vivo el desempeño de su compatriota, de una forma u otra, los fans se las agenciaban para copiar en memorias flash o discos externos algunos partidos donde lanzaba el As del Miami Marlins.
En sociedades cerradas se suele ser muy creativo para obtener la información. Y con la muerte de José Fernández no podía ser de otra forma.