El gobernante Miguel Díaz-Canel reconoció que Cuba enfrenta una epidemia de arbovirosis que incluye dengue hemorrágico, oropouche y chikungunya, enfermedades virales que en muchos casos pueden provocar la muerte.
La admisión llegó tarde, durante una reunión con expertos en salud, donde el gobernante dejó entrever la gravedad del escenario, aunque intentó camuflar una crisis que ya desbordó el sistema con eufemismos y apelando a consignas como "disciplina sanitaria".
Desde enero, los reportes internos alertaban sobre el incremento de casos de dengue en provincias orientales y la circulación del mosquito Aedes aegypti en zonas urbanas. Sin embargo, el gobierno evitó publicar cifras nacionales y se limitó a mensajes ambiguos. La opacidad se convirtió en norma, mientras hospitales colapsaban por falta de insumos y personal, y las denuncias en redes sociales contrastaban con el discurso oficial.
La línea de tiempo confirma la negligencia: el 21 de enero se reconocieron los primeros incrementos, sin datos concretos. Para julio, la Organización Panamericana de la Salud reportaba 3,3 millones de casos sospechosos en las Américas, con Cuba incluida, aunque sin desglose público.
En septiembre, medios oficiales admitieron alzas en Camagüey y Matanzas, y alertas locales en Cárdenas por alta incidencia de chikungunya y dengue. En octubre, la transmisión seguía activa en varias provincias, pero el régimen continuaba sin publicar cifras completas.
“Vamos a trabajar esta epidemia como mismo se trabajó la covid-19”, dijo Díaz-Canel. Sus declaraciones provocaron un aluvión de reacciones en redes sociales.
"Como cuando la COVID lo dudo; en ese tiempo había médicos aún para cubrir las necesidades del pueblo. Hoy en día puedo decir que más de la mitad de esos médicos, o se fueron o están trabajando en lugares particulares para mejorar su salario y así poder llevar un plato de comida digno a su familia", ripostó Aylen González.
"Muy tarde... Cuando Matanzas decía a gritos que la población enfermaba en masa no le hicieron caso y el Dr Durán decía que todo estaba bajo control. Por favor, respeto", comentó en un post de la web oficialista Cubadebate el usuario Buby Bode.
"Que triste escuchar decir eso. Cuando ya todo el país está infectado. En caso todas las casas sino se han infectado todos al menos uno se ha enfermado. Demasiado tarde", dijo Zenaida Escalona.
"Reacción tardía. Ya es tarde para evitar que se propaguen tantos virus juntos y ese chikungunya ha dejado secuelas en muchas personas. Es muy triste las malas condiciones en que se vive en este país. Mucho abandono, y a nada se le da solución a tiempo", señaló Nercy Reyes.
Mientras tanto, las autoridades sanitarias delinean protocolos que revelan la magnitud del problema: hospitalización obligatoria para niños menores de dos años, gestantes y adultos con signos de alarma como fiebre prolongada, pérdida de conciencia o dolor abdominal persistente.
La doctora Yagen Pomares Pérez, directora de Atención Primaria, advirtió en la reunión gubernamental que los adultos mayores también deben ser ingresados por su vulnerabilidad y condiciones prexistentes, como hipertensión, diabetes y enfermedades cardiacas.
La funcionaria admitió que lograr la "disciplina de los pacientes" en el aislamiento es "complicado", una frase que desnuda la intención coercitiva del plan y su ineficacia estructural.
A falta de recursos, el régimen recurre al control social y al miedo como herramientas sanitarias, repitiendo el guion de la pandemia: propaganda del sacrificio colectivo, vigilancia vecinal y negación sistemática de la verdad, han denunciado organizaciones independientes.
Cubanos señalan que el reconocimiento tardío del descontrol no es un gesto de transparencia, sino la evidencia de un Estado que improvisa frente a una crisis epidemiológica que se le ha ido de las manos.
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