Al negarse a reconocer los hechos vinculados a los ataques a diplomáticos estadounidenses en La Habana, el gobierno cubano se ha volcado de lleno a impulsar una campaña de desinformación y “medidas activas” orientada a manipular mentiras y media verdades que, distorsionadas y sacadas de contexto, confunden al público al que van dirigidas. Si, por ejemplo, el FBI dice que la hipótesis inicial de que el mecanismo usado fue acústico va perdiendo peso, las redes de desinformación cubanas se apresuran a afirmar que el FBI no reconoce que los ataques se hayan producido en realidad.
Ante estas tácticas es imprescindible precisar de manera periódica lo que va siendo corroborado –que ya es suficiente para sostener la acusación contra el gobierno cubano- y difundirlo de la manera más amplia posible para contrarrestar los fake news que genera la inteligencia cubana y de los que están siempre dispuestos a hacerse eco todos los partidarios de la política hacia Cuba seguida anteriormente por Barack Obama. Este resumen es un paso en esa dirección.
¿Qué sabemos?
a) Ya está confirmado por varios especialistas médicos que examinaron a los pacientes en sus respectivos países que 24 diplomáticos de Estados Unidos y ocho de Canadá vieron afectada su salud por estos hechos.
b) Lo sucedido no tiene causas naturales (“ruido de grillos campestres”, “histerias colectivas”, y otras hipótesis pseudo científicas difundidas por La Habana), sino es el resultado de algún mecanismo artificial creado por el hombre.
c) Sean quienes sean las personas que ejecutaron directamente estos hechos, no pudieron hacerlo en tantos lugares a la vez y por un periodo tan prolongado de tiempo (unos diez meses) si no formasen parte del gobierno cubano o actuasen en completa colaboración y complicidad con él.
d) Es además imposible que los equipos de chequeo permanente contra las residencias de los diplomáticos no hubiesen detectado, al ocurrir los primeros casos, que esas personas –que viven en diferentes casas- estaban siendo afectadas con síntomas uniformes lo que debió haberlos llevado a frenar lo que hacían hasta determinar si ellos (la seguridad del estado) eran los causantes del problema.
Los diplomáticos son seguidos las 24 horas del día –tienen brigadas de dos a tres autos asignadas para ese seguimiento además de filmar sus hogares, pinchar sus teléfonos e intentar hackear sus computadoras.Viven en casas propiedad del estado ubicadas en barrios exclusivos bajo control total del gobierno (“zonas congeladas”). Ese control directo que tiene la seguridad del estado sobre las propiedades en torno a las viviendas de diplomáticos considerados “enemigos” les facilita poder ubicar “puntos fijos” -de escucha, filmación y observación- en las casas colindantes.
d) Sea del modo que fuese, el gobierno cubano era responsable de la protección de esos diplomáticos y por ello el único culpable del deterioro de las relaciones bilaterales y de las actuales limitaciones consulares de la embajada de EEUU en La Habana. Cuba tiene, además, una larga historia de acoso agresivo –incluyendo provocarles accidentes- contra diplomáticos occidentales que los hace ser los primeros sospechosos
e) Washington no enviará de regreso a sus diplomáticos ni podrá normalizar el funcionamiento de su embajada –incluyendo las gestiones consulares– hasta no tener completa seguridad de que aquellos no correrán peligro. Eso constituye una medida de protección elemental pero todavía no es una sanción (la retirada de los diplomáticos cubanos tampoco lo es y solo corresponde a los acuerdos de simetría numérica entre ambas sedes diplomáticas) que debiera imponerse en un caso de esta gravedad.
Primera conclusión:
Los puntos c y d son complementarios y hace irrelevante conocer los detalles sobre la identidad personal de los ejecutores directos de estas acciones. O bien eran funcionarios cubanos o bien actuaban en concertación con ellos cuando era su responsabilidad proteger –no dañar– a los diplomáticos en su territorio.
La conclusión inequívoca que se desprende de lo que ya se sabe y está comprobado es que la responsabilidad por lo sucedido cae sobre el gobierno de Cuba y que EEUU no debe exponer sus diplomáticos a nuevos ataques.
II- ¿Qué falta por definir?
¿Cuál fue el dispositivo empleado y para qué se usa normalmente: ¿monitorear conversaciones privadas o afectar la salud de los monitoreados?
Los dispositivos de escucha son variados y en más de una ocasión –como ocurrió con la embajada de EEUU en Moscú en la década de los setenta- su tecnología puede afectar la salud de aquellos que son monitoreados.
¿Por qué lo hacían? ¿Era posible que si la intención inicial hubiese sido solo la de monitorear conversaciones y luego, por “accidente” o imprevisión, se hubiese afectado la salud de los diplomáticos?
Es posible, pero lo que resulta imposible es que quienes monitoreaban más de una decena de residencias no se hubiesen percatado de que desde que se había aplicado esa técnica los diplomáticos reportaban síntomas similares en las viviendas sometidas a ese dispositivo. De hecho debieron enterarse antes incluso de que ellos mismos se percataran de que su situación no era individual y reportasen lo que ocurría al embajador.
: Si hubiese sido el caso de que al inicio no tenían la intención deliberada de infligir daño sino solo escuchar las conversaciones, muy tempranamente tuvieron que tomar conciencia de que estaban afectando seriamente la salud de esos diplomáticos, sus esposas e hijos y tomaron la decisión deliberada de no detener el procedimiento.
¿Los autores de estos ataques tendrían la intención de perjudicar las relaciones bilaterales con EEUU? ¿Quiénes ejecutaron directamente esta operación? ¿Es creíble que fuera un tercer país o una fracción disidente que quería perjudicar las relaciones bilaterales con EEUU?
Esto es absurdo desde cuatro perspectivas diferentes.
En primer lugar, la idea de que Raúl Castro es un reformista de línea blanda acosado por un grupo de línea dura es una completa falacia creada por los grupos que quisieron promover la política de apaciguamiento con concesiones unilaterales impulsada por la Administración Obama. No en balde es el propio Raúl el que comenta en privado a los diplomáticos estadunidenses de que él no sabía nada de los ataques y “quizás” sea una facción que se opone a su línea constructiva con respecto a EEUU.
Cabe preguntarse si tanto les interesaban las relaciones por qué bajo la Administración de Obama y en especial durante el diálogo para el restablecimiento de relaciones La Habana fortaleció la represión no solo en la Isla sino también en su narco-colonia terrorista en Venezuela, contrabandearon armas con su aliado de Corea del Norte y se apoderaron de un misil Hellfire.
La idea principal detrás de todas las acciones de la elite de poder en Cuba es preservar su poder. Desde esa perspectiva, con el cambio de presidente en EEUU es altamente probable que deseaban intensificar la recopilación de información sobre el nuevo pensamiento en Washington –se dice que no tenían a nadie cercano al círculo directo de Trump. También es probable que desearan sacar de Cuba, enfermándolos, a aquellos diplomáticos de quienes hubiesen sospechado tuviesen misiones de inteligencia para así disminuir su capacidad operativa en la embajada en esta nueva etapa.
: Si quisiéramos considerar la hipótesis de que existe alguna tendencia “blanda” dentro de la elite de poder cubana habría entonces que comenzar por reconocer que Raúl Castro es quien dirige la de “línea dura”. Eso no es nada nuevo. Cualquiera con un mínimo conocimiento de la historia de la llamada “revolución cubana” sabe que ese siempre fue el caso desde la etapa insurreccional hasta el presente.
En segundo lugar, ya hemos explicado como es imposible que un tercer actor independiente pueda instalarse inadvertidamente en lugares próximos a más de una decena de residencias diplomáticas, dentro de zonas barriales bajo completo control de la seguridad del estado y operar durante diez meses sin ser detectados hasta el día de hoy.
No hay la posibilidad de un tercer actor independiente con capacidad de realizar una operación tan vasta en lugares diferentes pero todos bajo estricto control directo de la seguridad del estado.
En tercer lugar, está la imposibilidad institucional de conducir una operación de esa amplitud y duración contra el “principal objetivo enemigo” sin reportar cotidianamente todas las incidencias que estaba teniendo sobre la salud de los diplomáticos. Cada “punto fijo” tiene que rendir su informe diario a un mando superior centralizado de la contrainteligencia que a su vez tiene que incluir cualquier dato relevante en el llamado “parte diario operativo” que se hace llegar a los altos jefes del MININT, las FAR y un grupo selecto de dirigentes gubernamentales.
Los encargados del chequeo sabían que cada día nuevos diplomáticos enfermaban, pero tomaron la decisión deliberada de continuar usando los dispositivos, sea porque no les importaba la salud de los afectados y querían insistir en escucharlos, o sea porque el objetivo mismo de estas acciones siempre fue, desde el inicio, afectar su salud.
En cuarto lugar, ¿cómo podría un grupo tan amplio de personas como las dedicadas al chequeo diario de esos 24 diplomáticos evitar incluir lo que estaba ocurriendo en su parte diario? ¿Cómo podía no enterarse el Coronel Alejandro Castro Espín quien viene jugando un papel destacado en todo lo concerniente a temas de seguridad tanto respecto a las relaciones bilaterales con EEUU como con Rusia?
Si ha estado involucrado un tercer actor ha sido con pleno conocimiento, aprobación y colaboración del gobierno cubano y las acciones fueron operativizadas por medio del MININT.
¿Por qué el gobierno cubano no ha buscado un chivo expiatorio en esta ocasión –como en 1989 con el caso de narcotráfico- para justificarse y preservar las relaciones bilaterales?
Al general Arnaldo Ochoa y al coronel Tony La Guardia les hicieron creer que si se declaraban culpables serian perdonados pero después de hacerlo terminaron fusilados. Es difícil que alguien en el MININT esté dispuesto a seguir sus pasos en este caso. Por otro lado, por muchas explicaciones que deseen fabricarse, al coronel Alejandro Castro Espín le resultaría imposible distanciarse de lo ocurrido dado el sistema de informes institucionalizados que se ha descrito anteriormente.
No les resulta factible fabricar chivos expiatorios, ni reconocer que el MININT, actuando de manera institucional, afectó la salud de los diplomáticos. De ahí la necesidad de negarlo todo y trasladar este conflicto al campo de la propaganda.
Segunda conclusión:
Con independencia de los detalles y evidencias que pueda llegarse a reunir en torno a este segundo grupo de interrogantes, nadie puede poner en duda: a) que los hechos ocurrieron, b) no tienen explicación natural, c) afectaron sensiblemente la salud de diplomáticos estadounidenses, así como a sus esposas e hijos y d) el gobierno cubano es responsable por la Convención de Viena de haber dado la alarma y actuado tempranamente en detenerlos.
III- Consideraciones finales.
La responsabilidad por lo sucedido está claramente situada en la cancha del gobierno cubano y su negativa a reconocerlo solo empeora las cosas.
Si bien Washington todavía no ha determinado cuál fue el mecanismo usado para agredir su personal (ondas sónicas o de micro onda), sí ha precisado que Cuba–siendo un estado policial–sabe que dichos ataques ocurrieron, quién los realizó y, por tanto, sigue demandando del gobierno cubano una respuesta adecuada.
El subsecretario de Estado para Diplomacia Pública y Asuntos Públicos, Steve Goldstein afirmó: "Creemos que el Gobierno de Cuba tiene la respuesta a esto y deberían estar haciendo más para ayudarnos a resolverlo (…) El Gobierno de Cuba sabe lo que pasó, así que nos gustaría que nos lo contara y que no volviera a ocurrir". También subrayó que el hecho de que no haya certeza sobre que se trate de ataques acústicos "no significa que no haya otra causa". "Lo que tenemos claro es que hay 24 heridos, que ocurrió y que fue deliberado", insistió.
Tanto el director asistente de Seguridad Diplomática, Todd Brown, y Charles Rosenfarb, a cargo del Buró de Servicios Médicos del Departamento de Estado de Estados Unidos, reconocieron que las lesiones sufridas por los diplomáticos no provenían de ninguna causa natural.
Pero la dictadura militar sigue aferrada a la más torpe y dañina posición posible: niega lo sucedido e insiste en que todo es una patraña de la Administración Trump para torpedear las relaciones Cuba-EE.UU.
La respuesta de la dictadura es la única que tiene a su alcance: un tsunami de propaganda contra el Presidente Trump al que culpan de haber inventado toda esta trama para perjudicar al pueblo cubano. Para ello han movilizado a todo su aparato de medidas activas y desinformación dentro y fuera de Cuba. Hay que vencerla también en ese terreno.