"Para mí es un privilegio, pero también es un reto estar aquí, de cierto modo este lugar es el corazón y el alma del exilio cubano”, dijo en una entrevista con Radio y Televisión Martí en Miami el padre José Joaquín Espino González-Longoria, rector del Santuario Nacional de la Virgen de la Caridad.
El pasado 15 de diciembre, mientras preparaba la festividad de San Lázaro, el arzobispo de Miami, Thomas Wensky, lo sorprendió con la noticia de su nueva designación.
"¿Tú querías estar al lado del mar?", le preguntó el arzobispo. "Vas para la Ermita de la Caridad", recuerda el padre Espino, quien durante 13 años fue párroco en la Iglesia católica de San Lázaro, en la ciudad de Hialeah.
"Yo medio jugando le dije un día al arzobispo que después de San Lázaro quería ir a Tavernier, Islamorada”, en los Cayos de la Florida. “Esa es una parroquia perfecta para mí. Algunos amigos se han retirado en esa zona y me gustaría estar cerca de ellos", relató el sacerdote sobre su conversación con monseñor Wensky.
El padre Fernando Hería presentó su renuncia ante el arzobispo para acogerse a la jubilación después de haber servido como rector del Santuario Nacional de la Virgen de la Caridad durante cinco años.
Espino expresa gratitud a Dios y afirma que espera “continuar la misión evangelizadora de Monseñor Agustín Román, fundador de este templo, guía espiritual de los cubanos”.
"El Santuario es lugar de evangelización, oración, peregrinación, de encuentro, un lugar de acogida”, dice el padre Espino.
Nacido en la ciudad de Guantánamo el 6 de abril de 1956, Espino tenía cinco años cuando llegó a Miami con sus dos hermanos mayores a través de la “Operación Pedro Pan”, iniciativa de la Iglesia católica que permitió que más de 14.000 niños cubanos se establecieran en Estados Unidos.
Cinco años después, el 14 de febrero de 1966, se reencontró con sus padres y hermanos. "Ese día conocí a mi hermana menor, ella nació dos años después de que yo saliera de Cuba", recuerda con alegría.
También recuerda que cursó estudios en las escuelas públicas de la ciudad de Hialeah, donde se estableció su familia.
“Vengo de una familia muy religiosa por parte de mi papá, muy practicantes, devotos de la Virgen de la Caridad, todos mis tíos llevan de segundo nombre Caridad”.
El padre de José Joaquín nació en Guantánamo y su madre en Gibara.
"Siempre pensé estudiar Medicina, gran parte de mi infancia y de la juventud estuvo influida en gran medida por la ciencia, la matemática, pero nunca pensé que sería sacerdote", comenta antes de contar cómo descubrió su vocación.
"Me acuerdo, fui al Seminario St. John Vianney, y estando en la capilla tuve una experiencia espiritual", dijo. "Fue una respuesta personal, ante la escasez de sacerdotes, añade.
Comenzó la formación sacerdotal en al Seminario St. John Vianney en 1976 y posteriormente en el Seminario Regional de St. Vicente de Paul, en Boynton Beach. Fue ordenado sacerdote en 1983 por monseñor Edward A. MacCarthy. "Tenía 27 años".
El padre Espino hizo labor pastoral con la comunidad haitiana que durante su diaconado llegó al sur de la Florida.
“Wensky estaba a cargo del “Centro Católico Haitiano” de Miami y estaba muy preocupado por la situación de estos hermanos, por el sufrimiento de ese noble pueblo, tuve que aprender un poco de creole para realizar esa labor humanitaria” , afirma el religioso.
El padre ha servido como pastor en diferentes parroquias del Sur de la Florida y como director de los “Encuentros Juveniles” y “Ministerio Juvenil”.
En un momento dado pensó ser misionero en África, pero terminó en la Misión Santa Ana de Homestead, en la Florida.
Después de 37 años regresó a su tierra natal, Guantánamo, para trabajar como misionero.
El Papa Juan Pablo II durante su visita a Cuba en 1998 anunció la creación de la diócesis Guantánamo-Baracoa, iniciada por monseñor Carlos Baladrón. Espino estuvo presente en la misa de instalación.
Un año más tarde, la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba incluyó su nombre en la lista de solicitudes de permisos y las autoridades se lo concedieron.
“Volver a mi pueblo y poder compartir este momento tan importante para la vida de la Iglesia católica significaba mucho para mí. También lograr que la humilde casa en el Reparto Obrero más tarde se convirtiera en la parroquia San José Obrero, eso fue tremendo, tremendo”, dice sin poder ocultar la emoción.
El padre Espino recuerda la acogida del pueblo y los fieles de Guantánamo y Baracoa. En la Ciudad Primada de Cuba fue párroco en la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción.
El sacerdote resalta que lo recibieron como miembro de su comunidad de una manera que nunca imaginó. “Una experiencia inolvidable. Cinco años de expandir nuestra fe cristiana con la realidad que vive el pueblo cubano”, comenta “Quin”, como lo llaman por esa zona de Cuba.
El sacerdote siempre ha estado dispuesto a servir al pueblo de Dios, allí donde se requiera. Así fue como aceptó sin reparo servir en el Santuario Nacional de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre.
Desde febrero pasado ejerce el magisterio sacerdotal como rector de la Ermita de la Caridad. “Otro desafío pastoral no menos importante que los otros”, señala.
“Espero poder servir al pueblo de Dios, compartir nuestra fe con los demás, anunciar el amor de Dios. Escuchar el testimonio de otros hermanos, ayudar en la formación religiosa de muchas de las personas que llegan a este lugar, reanimar la Archicofradía de la Virgen de la Caridad. Hay mucho trabajo”, reconoce el religioso sin dar señal de que tales desafíos lo amilanen.
El padre José Joaquín Espino es el quinto rector del Santuario Nacional de la Virgen de la Caridad.