Mientras los reportes del Ministerio de Salud Pública de Cuba (MINSAP) culpan una y otra vez a “personas irresponsables” que organizan “fiestas privadas” por los recientes brotes de COVID-19 en la capital y en pueblos cercanos, hay quienes llaman la atención sobre las inevitables aglomeraciones en las colas y en los ómnibus de transporte urbano.
Al cabo de días con pocos e incluso ningún contagio reportado, el MINSAP dijo el lunes que había 37 nuevos casos de COVID-19, y 23 el martes.
Las guaguas andan otra vez con “la gente colgando en racimos, llenísimas; te restriegas con cientos de personas que tú no conoces, y el ministro de Transporte dice que en cada parada hay un inspector”, dice desde la capital cubana la economista y activista de derechos humanos Martha Beatriz Roque Cabello. “A la gente le importa tres pepinos el inspector: la gente lo que tiene es que trasladarse”.
En las colas, a su vez, también “tienes la gente arriba, no siempre se ponen el nasobuco, o se lo bajan para fumar”, añade. Y recuerda que Cuba es un país donde si una persona teme haber sido contagiada, no puede ir directamente a hacerse una prueba.
“La gente puede estar contagiada, pero no hay forma de saberlo”, manifiesta Roque Cabello. “Tienes que esperar que sea el Estado el que decida hacerte una prueba”.
Entre reclamos de actuar más severamente contra los infractores presentados como los grandes culpables de los brotes, varios comentarios de lectores al pie de artículos del diario Tribuna de La Habana hacen referencia al transporte urbano y a las colas.
“No hay control de las personas en los ómnibus”, escribió el lunes en la página web del periódico capitalino Mariela Marrero García. “Fui testigo el sábado de que el chofer de la 179 pedía en la cabecera no montar más, y nadie le hizo caso”.
A su vez, la lectora llama la atención sobre un corte del servicio eléctrico que, asegura, duró 18 horas en San Miguel del Padrón sin que el noticiero ni ningún medio oficial explicara la causa.
“¿Qué pasará en septiembre cuando empiecen las clases y más personas estén en la calle, en la guagua, etc?”, pregunta Miguel, que no incluye apellido. Y alguien que firma “Tadipe” se refiere a las colas.
“Estamos alertas, pero se requieren medidas y regulación concretas y control efectivo de lo que se orienta para que no se quede en palabras”, dice. “Ejemplo: el tema de revendedores y coleros, se han adueñado de las tiendas de la Calle 12”.
Para quienes no tienen familiares que les envíen dólares desde el extranjero, una de las vías de conseguirlos –ya sea directamente, o cobrando en CUC que luego cambian— es hacer colas con anticipación suficiente y luego vender los turnos.
Curiosamente, una de las explicaciones que apuntan al transporte urbano y a las colas como fuentes de contagio del nuevo coronavirus aparece en el propio artículo de Tribuna de La Habana que da pie al comentario de los lectores.
El periódico cita un estudio del Centro de Estudios Demográficos (CEDEM) de la Universidad de La Habana según el cual, aunque el grupo de más riesgo es el de las personas mayores de 59 años, la mayoría de los enfermos de COVID-19 en Cuba están por debajo de esa edad.
“Lo cual arroja que en el comportamiento de la enfermedad estarían incidiendo elementos como la movilidad, la cultura, la percepción de riesgo y los centros laborales”, subraya el artículo citando declaraciones de Antonio Ajá, director del CEDEM.
En La Habana se concentran más de la mitad de los casos confirmados de COVID-19 en todo el país, 56 por ciento, y a su vez es la segunda provincia –después de Villa Clara— con mayor proporción poblacional de 60 años o más, dice al artículo.
Otro lector o lectora -firma con las iniciales MN- observa que, mientras los dirigentes del país y tantas personas hablan de mano dura contra los infractores, las infracciones se cometen en los propios actos oficiales.
“Me llamaron mucho la atención las imágenes que se trasmitieron por la TV de la graduación de los estudiantes de medicina, esos que debieran ser el súper ejemplo”, dice. “La TV trasmitió al dar los títulos abrazos y besos entre unos y otros, profesores, alumnos, familiares y nada de distanciamiento. Hay que fijarse muy bien en cómo se organizan esos actos y cómo se trasmiten, porque la imagen no fue buena”.
Mientras tanto, funcionarios del gobierno que comparecen en programas como la Mesa Redonda de la televisión nacional insisten en que, de no ser por unos cuantos irresponsables, el país marcharía a las mil maravillas. Ese divorcio entre propaganda y realidad es lo que hace que la gente ni siquiera preste atención, manifiesta Roque Cabello.
“La población cubana no cree lo que dice el televisor, ni cree en esos partes ni en nada de eso; entonces la gente ni los ve”, declara Roque Cabello. Y al evaluar la insistencia oficial en los “irresponsables” y en las “fiestas privadas" como causa de nuevos brotes, dice: “Todas esas cosas son para hacer ver que la culpa de lo que pase es de otros, y no del Estado”.