La fórmula de la nueva ley de cine que entrará en vigor en Cuba en agosto es una variante de lo que hicieron recientemente con el pescado “liberado-controlado”, dice el cineasta cubano en el exilio Juan Carlos Cremata Malberti.
“¿Qué tipo de libertad existe que pueda ser controlada? Bueno, la cubana, es libertad controlada: tú eres libre de hacer lo que al gobierno le caiga bien”, explica Cremata, director de largometrajes como Nada y Viva Cuba, de cortos de ficción como Oscuros Rinocerontes Enjaulados (Muy a la Moda), y ex miembro del Comité de Cineastas que durante 11 años estuvo reclamando la promulgación de una Ley de Cine.
También dirigió montajes teatrales como Chamaco, Contigo pan y cebolla y El Rey se Muere, que fue objeto de censura porque las autoridades vieron en la obra alusiones a la figura de Fidel Castro, lo cual representó el fin de su carrera en Cuba. En marzo de 2016 vino invitado a Estados Unidos y decidió exiliarse en Miami.
“Y si sales del país para buscar la posibilidad de ser libre de hacerlo, ni siquiera eres cubano, ni siquiera eres persona: eres financiado por la CIA, eres mercenario”, añade.
En mayo pasado, el Ministerio de Comercio Interior (MINCIN) dio a conocer que la venta del “pescado liberado” quedaba sujeta a regulaciones en virtud de la escasez, lo que generó el concepto de “pescado liberado-controlado” al cual se refiere el cineasta como un término que puede aplicarse no sólo a la ley de cine. También “a la Constitución, al Decreto 349, absolutamente a todo”, dice.
El Decreto-Ley 373 del Creador Audiovisual y Cinematográfico Independiente, firmado por el gobernante Miguel Díaz Canel el marzo, pero publicado este jueves en la Gaceta Oficial de Cuba, entrará en vigor “60 días hábiles” después de su promulgación.
La propia letra del decreto-ley descalifica la palabra “independiente” que lleva su título. En su capítulo IV, el artículo 11.1 dice textualmente: “Se crean los comités de Admisión del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos y el Instituto Cubano de Radio y Televisión, los que se encargan de aprobar y evaluar las solicitudes de los creadores audiovisuales y cinematográficos independientes, para su posterior inscripción en el Registro”.
Dicho de un modo más directo: nadie puede presentarse ante una institución como cineasta independiente, a menos que lo certifiquen el ICAIC o el ICRT. Y una vez que lo sea, tampoco puede operar libremente, ni siquiera en grupo.
Una especialista del Banco Central citada por el sitio oficialista Cubadebate indica que “los Colectivos” podrán abrir cuentas bancarias corrientes en pesos cubanos o en CUC “a solicitud del ICRT y del ICAIC”.
La ley crea el Fondo Para el Fomento del Cine, pero, según declaraciones del presidente del ICAIC Ramón Samada al mismo sitio oficialista, “hemos abordado el tema con los ministerios de Finanzas y Precios y de Cultura, pero, dado que estamos a mitad del ejercicio presupuestario, no es seguro conseguir un financiamiento pues el presupuesto del Estado está cerrado”.
Lo que sí aceptan, deja entrever el funcionario, son donaciones del extranjero.
“Siempre creí que era imposible aceptar una ley así”, declara Cremata. “No creo en esa ley, como no creo en la libertad controlada. Creo, como el cineasta independiente Miguel Coyula, que más que una ley de cine lo que hay que hacer es cine”.
Le parece estúpido, ridículo, medieval y reaccionario decretar una ley de cine, comenta el director, cuando todo el mundo tiene un celular en la mano y es un realizador potencial.
“En este momento es mucho más importante ser visible en las redes sociales que estrenar una película histórica en el [cine] Yara”, observa Cremata. “La tecnología ha propiciado que la gente tenga cada vez más acceso a la posibilidad de hacer una película y de hacerla ver. El día de mañana no sé si podrán hacer una ley de control de las imágenes de los celulares, pero en este momento cualquiera es un realizador en potencia”.
No se puede coartar la creación, clama el cineasta, y menciona el caso del director iraní Jafar Panahi, a quien las autoridades de su país condenaron a prisión domiciliaria bajo cargos de “propaganda contra el gobierno”, le prohibieron hacer cine, y en 2011 terminó grabando con su celular en su casa el documental Esta No Es Una Película, proyectado en el Festival de Cannes ese año.
“Ya cualquiera tiene una camarita en la mano, ya cualquiera tiene el mejor drone, que ya han volado por La Habana… entonces es un poco tonto, me parece ridículo”, declara Cremata. “Me parece una vergüenza que después de 11 años estemos celebrando que nos dejen bailar el Día de Reyes, como los esclavos. Controlar el arte con una ley me parece un absurdo”.