El juez cubano Amalio Alfaro Matos, expresidente de la Sala de lo Penal del Tribunal Provincial Popular de Guantánamo y responsable de condenas contra varios presos políticos, reside actualmente en Tampa, Florida.
"Llegó a Estados Unidos el 12 de abril de 2023, mediante el programa de parole humanitario, y ha solicitado acogerse a la Ley de Ajuste Cubano para obtener la residencia permanente. Está preocupado porque no ha recibido ni siquiera el permiso de trabajo", dijo a Martí Noticias una fuente familiar de Alfaro Matos que pidió el anonimato.
Su presencia en territorio estadounidense ha generado indignación entre quienes fueron víctimas directas de sus fallos judiciales. Uno de ellos es el periodista independiente Roberto de Jesús Quiñones Haces, condenado en 2019 a un año de cárcel por supuesta “resistencia” y “desobediencia” mientras cubría el juicio a dos pastores evangélicos.
La sentencia fue firmada por Alfaro Matos.
“Me negó el amparo, pese a que presenté un recurso de súplica. Nunca se permitió la apelación, un derecho fundamental para cualquier acusado”, denunció Quiñones Haces en entrevista con Martí Noticias.
Para el periodista, la presencia del exjuez en Florida es una afrenta al exilio cubano.
“No es solo mi caso. Es lo que representa Florida para quienes han sufrido prisión, represión y exilio. No es justo que alguien que actuó como represor y jamás ha pedido perdón viva aquí, cómodamente, mientras los verdaderos perseguidos siguen atrapados en la isla”.
De verdugo judicial a solicitante de residencia
Alfaro Matos comenzó su carrera como abogado en el bufete colectivo de Baracoa, pero pronto fue integrado al sistema judicial, primero en tribunales municipales y luego en el provincial. Según Quiñones Haces, con el tiempo se convirtió en uno de los jueces más severos contra opositores en el Oriente cubano.
“En Cuba no hay debido proceso. Los tribunales están subordinados al Partido Comunista y a la Seguridad del Estado”, subrayó.
Javier Larrondo, presidente de la organización no gubernamental Prisoners Defenders, corroboró con documentos la participación de Alfaro Matos en la condena del activista Éider Frómeta Allen, líder en la campaña #YoVotoNo, en Guantánamo, en 2019.
Según Larrondo, Frómeta fue víctima de un proceso político fabricado, sometido a palizas, aislamiento, negación de asistencia médica y castigos disciplinarios, incluyendo traslados a prisiones lejanas para dificultar el contacto familiar.
“Su estado de salud es crítico. Su madre ha denunciado públicamente su deterioro, y su esposa ha sido amenazada por agentes del régimen para que lo abandone”, señaló Larrondo.
Indignación en el Congreso de EEUU
Durante una audiencia reciente en el Congreso estadounidense, el representante Carlos Giménez preguntó a la secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, qué acciones tomará el gobierno ante la presencia de represores cubanos en EEUU, muchos de los cuales han ingresado bajo programas como el parole humanitario.
Noem reconoció que los programas migratorios han sido “pervertidos” y afirmó que su departamento trabaja para restaurar la integridad del sistema.
¿Cuántos más?
Para Quiñones, el caso de Alfaro Matos es solo la punta del iceberg. Denuncia que decenas —incluso cientos— de antiguos funcionarios del régimen, incluidos fiscales, jueces y agentes de la Seguridad del Estado, viven en Estados Unidos sin haber rendido cuentas por su rol represivo.
“La justicia debe prevalecer. No puede ser que quienes negaron libertades vivan hoy bajo su protección”.
El periodista también recordó el caso de los pastores Ramón Rigal y Aida Expósito, condenados a 11 meses de prisión por educar a sus hijos en casa, según su fe. La sentencia fue ratificada por Alfaro Matos. Mientras los pastores continúan en Cuba, quienes los persiguieron disfrutan de la vida en Florida.
Además, señaló que Anabel Campos Castro, exdirectora de un Joven Club en Guantánamo y testigo clave en ese juicio, también reside actualmente en Estados Unidos.
Martí Noticias contactó a Amalio Alfaro Matos para ofrecerle la oportunidad de responder a las denuncias. Hasta el momento, no ha contestado a nuestras solicitudes.
“No guardo odio, pero sí una profunda frustración”, dijo Quiñones. “Hay muchas personas que merecen estar en Estados Unidos y no han podido llegar. Mientras tanto, quienes los condenaron por pensar distinto, ya están aquí”.
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