Jugando al capitalismo monopolista de estado con la moneda del enemigo, el gobierno cubano anunció el jueves una ampliación de sus ofertas en dólares para una demanda cautiva a la que insiste en decirle que vive en el mejor de los mundos posibles.
A partir de marzo, incluso, los ciudadanos podrán servirse de las agencias comercializadoras estatales CIMEX, Tiendas Caribe y SASA para importar desde una podadora eléctrica hasta ciclomotores o un automóvil.
El 15 de octubre, la principal agencia de publicidad del gobierno, la Mesa Redonda de la televisión cubana, ya había anunciado medidas para sacar de la competencia a los emprendedores que se abastecían de mercancías en Panamá y otros países antes de regresar a venderlas en la isla.
Ahora, poco más de tres meses después, el programa hizo un orgulloso conteo de los negocios abiertos por el monopolio estatal en todas las provincias del país, enumeró las mercancías que se suman a su catálogo de ventas y alardeó de que en algunas de las tiendas los cubanos pueden también comprar por internet.
Todo en el intrincado lenguaje del totalitarismo. “Tenemos que ir implementando algunas acciones que continúen perfeccionando los mecanismos”, dijo el viceprimer ministro y ministro de Economía y Planificación, Alejandro Gil Fernández. “Nos parece que se ha cumplido el objetivo previsto”, manifestó.
El detallado inventario de nuevas ofertas que dio la vicepresidenta primera del CIMEX, Iset Maritza Vázquez Brizuela, deja muy clara la falta de escrúpulos del régimen en su infinito amor por el pueblo: fue una lista de productos inaccesibles para quienes solo perciben un sueldo en pesos cubanos; un largo paso en la ampliación de la brecha que separa al ciudadano promedio de los que consiguen dólares.
“De manera gradual vamos a ir incorporando en una red seleccionada sistemas de seguridad y vigilancia, generadores eléctricos, calentadores solares, cámaras frías, minibar, campanas de extracción, segadoras de césped, PC’s, laptops y partes y piezas para reparar esos equipos”, dijo la funcionaria.
Al invitar a todos a pasar a la sección automotriz, Vázquez Brizuela mencionó la pintura para autos, y cuando abrió la cortina de la ferretería no se contuvo: en lo adelante habrá, dijo, “productos de calidades y estándares superiores a los que hoy comercializamos: herramientas eléctricas profesionales, cabinas de duchas; pavimentos y revestimientos de porcelanato […], sistemas de clima y refrigeración profesionales, máquinas de coser para trabajos especializados…”
En una abierta confesión del fracaso del modelo económico socialista que, a su vez, delata cómo La Habana busca un salvavidas en las leyes de mercado, Gil Fernández anticipó -no por primera vez- que la industria nacional debe beneficiarse con el proceso.
“Captar esas divisas y mantenerlas en el país y crear un mecanismo para que nuestra industria participe en esa oferta” es el objetivo; “podemos conectar la industria con el mercado”, dijo, como si fuera una epifanía; como si hasta ahora no hubiese sido necesario hacerlo, subrayando que en seis décadas las subvenciones soviética y venezolana ahorraron el esfuerzo.
En su cuenta de Twitter, el economista de la isla Pedro Monreal se hizo la pregunta de los cien mil pesos.
“¿No existe una diferencia grande entre captar ingresos en divisas mediante la generación de exportaciones (proceso complejo que incluye eficiencia, calidad y eslabonamientos) y la captación ‘fácil’ de ingresos comprando barato allá para vender más caro acá?”, se preguntó el experto, autor del blog El Estado Como Tal.
“El consumo de mercancías de ‘alta gama’ que son importadas, sean TV de 50 pulgadas o automóviles, [...] estimularía directamente la producción de otros países, pero no la producción nacional”, añadió Monreal.
En los primeros minutos de la emisión de la Mesa Redonda el jueves, el ministro Gil Fernández había dicho que “el principal medidor de la validez de la medida es la demanda”, una ecuación capitalista aplicada fuera de contexto, en el ámbito de la burocracia socialista. “Tenemos que corregir los elementos en constante intercambio con la población”, añadió después.
Para Monreal, en definitiva, el problema de las “nuevas medidas” es que no son medidas.
“Llama la atención la manera imprecisa con la que se utiliza el término ‘medida’ en relación con la economía cubana”, dijo en su cuenta de Twitter. “La mayor parte de los anuncios de la Mesa Redonda de ayer no son ‘medidas’, por lo menos no lo son en el sentido de ‘medidas’ de política económica”.
Y, por supuesto, no podía faltar el embargo comercial de Estados Unidos, que curiosamente aparece como el causante de tanta contaminación capitalista.
“Lo explicamos en octubre, [cuando] dimos bastante información sobre el diseño de un conjunto de medidas para impulsar la economía”, dijo Gil Fernández, y lo llamó “un proceso gradual y continuo que nos permita imponernos al escenario del arreciamiento del bloqueo”.
A la larga, el Estado sigue teniendo el monopolio de la venta de automóviles, indicó desde Madrid el economista Elías Amor.
“Lo que hace el gobierno es intentar obtener más divisas para el presupuesto del Estado, pero no beneficiar ni los intereses ni las necesidades del pueblo cubano”, comentó el experto.
Desde La Habana, el activista Maykel Herrera le dijo a la periodista de Radio Televisión Martí Ivette Pacheco que los anuncios del jueves son una burla.
“Considero que es un abuso, casi un chiste de humor negro”, declaró Herrera. “¿Cómo usted va a ofrecer un carro a esos precios cuando el salario medio en este país está entre los 14 y 17 CUC mensuales?
Entrevistado también por Pacheco, Juan Robert Lemoc manifestó desde Alamar, en el este de La Habana, que la venta de autos en divisas es algo que no interesa a los cubanos.
“Yo no puedo comprar un carro de esos, ni nadie; eso pueden comprarlo personas aisladas”, comentó Lemoc. “Es una población muy vieja, de gente jubilada”.