La emigración masiva y las restricciones a la libertad religiosa, entre otros factores, han reducido de forma sostenida el número de sacerdotes y religiosos en Cuba
“Estamos perdiendo casi una congregación femenina por año que abandona Cuba por la crisis vocacional y por no poder sostener su presencia ante la escasez de personas”, afirmó en entrevista para ACI Prensa Ricardo Alberto Sola, presidente de la Conferencia Cubana de Religiosos (CONCUR).
Actualmente existen en Cuba unas 118 congregaciones religiosas, en su mayoría femeninas, con alrededor de 700 religiosas y poco más de 140 sacerdotes de 65 nacionalidades. Aun con esa reducción, Sola subrayó que la vida consagrada sigue siendo esencial para la Iglesia.
“Sin los religiosos y religiosas, hoy más de la mitad de las atenciones pastorales simplemente se caerían, no se sostendrían”, advirtió.
Sobre este tema, Martí Noticias conversó con el sacerdote Fernando Gálvez, quien explicó que la falta de vocación está relacionada a factores sociales, económicos, culturales y religiosos.
En el plano social y económico, Gálvez apuntó a la precariedad prolongada que marca la vida cotidiana en la isla.
“La vida sacerdotal o religiosa, que ya de por sí exige una opción radical de desprendimiento, se percibe muchas veces como una renuncia excesiva en un contexto donde incluso lo básico es difícil de garantizar”, explicó, una percepción que influye tanto en los jóvenes como en sus familias.
Desde el ámbito cultural, el sacerdote destacó el impacto de décadas de secularización y exclusión de lo religioso del espacio público.
“Muchos jóvenes crecieron sin referentes sacerdotales cercanos, sin catequesis sistemática y sin comunidades estables que acompañaran un discernimiento”, afirmó.
A ello se suma, según Gálvez, una Iglesia que durante años ha funcionado en clave de supervivencia.
“Esto ha limitado un crecimiento sano del clero, ha empobrecido el acompañamiento vocacional y ha reducido la visibilidad del sacerdocio y de la vida consagrada”, reconoció.
“La emigración ha provocado una verdadera hemorragia generacional. Muchos de los jóvenes que podrían plantearse una vocación simplemente no están en el país”, dijo Gálvez, quien añadió que otros viven con la expectativa constante de marcharse, lo que dificulta compromisos a largo plazo.
“Todavía persisten restricciones que hacen que la vocación no sea socialmente valorada ni comprendida. Optar por la vida consagrada se percibe como una elección marginal o incluso incomprensible”.
Pese al desgaste, la Iglesia católica mantiene una presencia social clave en amplias zonas del país. El escritor y activista laico Osvaldo Gallardo señaló a nuestra redacción que, ante el colapso de las estructuras estatales, la Iglesia ha asumido funciones básicas de acompañamiento.
“Ante unas estructuras de poder que han abandonado cualquier actitud paternalista y proveedora, la Iglesia lleva alimento, consuelo espiritual y material a los sectores más desposeídos del país”, afirmó.
Gallardo destacó que la Iglesia es hoy “la única organización con presencia en prácticamente todo el territorio nacional”, aunque con menos agentes pastorales que hace dos décadas debido a la emigración y al envejecimiento de las comunidades.
Para los entrevistados, la crisis vocacional no es solo un problema interno de la Iglesia, sino un síntoma de una herida más profunda. En un país marcado por la emigración, el empobrecimiento y la restricción de libertades, la dificultad para suscitar vocaciones refleja también la pérdida de horizontes colectivos y de expectativas de futuro.
En ese contexto, líderes religiosos insisten en la urgencia de sostener y acompañar la vida consagrada en Cuba, no solo como una necesidad eclesial, sino como uno de los últimos espacios de servicio, gratuidad y coherencia que permanecen activos en la sociedad cubana.
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