Después de un tiempo bajo un régimen de mínima severidad, con pases a su casa, y ubicado en los llamados albergues de la prisión Combinado del Este, en La Habana, una llamada telefónica que no le correspondía hacer fue, según las autoridades, la indisciplina que llevó al prisionero político Ernesto Borges Pérez a que le revocaran los beneficios en la cárcel.
Según narran sus familiares, Ernesto se las agenció para hacer una llamada telefónica el fin de semana alertando que un preso que comparte su cubículo había dado positivo de Covid-19.
El próximo de 17 de julio Ernesto Borges cumple 23 años de cárcel. Lo condenaron en 1998 a 30 años por el delito de espionaje.