En un reportaje titulado “Los dirigentes cubanos están atrapados entre la necesidad de cambios y el miedo a ellos”, la revista británica The Economist señala que la generación de Miguel Díaz-Canel, el sucesor que Raúl Castro ha preparado para reemplazarlo en febrero de 2018, y con él a los históricos de la Revolución del 59, enfrenta un agudo dilema.
La publicación repasa como a pesar de la ayuda venezolana, que ahora ha caído a la mitad de su nivel máximo, Cuba sigue siendo incapaz de producir gran parte de la comida que consume, o de pagar a su gente más que salarios de miseria. Es por eso, dice, que Castro abrió la puerta a reformas de mercado, si bien mucho más tímidas que las de China o Vietnam, pero que han permitido que más de 500,000 cubanos trabajen actualmente en un incipiente sector privado de microempresas, pequeñas empresas o cooperativas.
Sin embargo, estas reformas, apunta el semanario, generan desigualdad y relajamiento del control estatal., y por eso cuando Barack Obama visitó Cuba en 2016, ofreciendo apoyo a los empresarios y pidiendo en vivo en la televisión cubana elecciones libres, el régimen pareció entrar en pánico.
Desde entonces, el gobierno ha puesto freno a las pequeñas empresas para detener lo que Castro ha llamado"ilegalidades y otras transgresiones". "En otras palabras, el gobierno quiere una economía de mercado sin capitalistas o negocios que prosperen y crezcan. Tampoco parece estar cerca de resolver las múltiples tasas de cambio que distorsionan ridículamente la economía (desde un peso por cada dólar para las importaciones oficiales hasta 25 para la mayoría de los salarios y precios)".
El reportaje observa que el estancamiento económico puede que deje intacto el control político del régimen, su prioridad primordial, pero soslaya un problema fundamental.
Desde la década de los 80, dice, la economía cubana ha perdido terreno en relación con las de otros países de América Latina, como demuestra un estudio de Pavel Vidal publicado el mes pasado por el Banco Interamericano de Desarrollo. (una versión resumida fue redactada por Vidal para el sitio digital cubano Cuba Posible)
El autor, recuerda The Economist, fue uno de los asesores económicos de las reformas de Raúl Castro y ahora es profesor de la Universidad Javeriana en Cali, Colombia. "Él ha procesado estimaciones internacionalmente comparables, y hasta ahora no disponibles, del PIB de Cuba desde 1970, calculando un tipo de cambio medio que toma en cuenta el peso de las varias tasas coexistentes en la economía cubana".
El economista ha encontrado que el PIB per cápita en Cuba en 2014 fue de solo $ 3,016 según la tasa de cambio media, apenas la mitad de la cifra reportada oficialmente y solo un tercio del promedio latinoamericano. Y esto incluye el valor de los servicios sociales gratuitos (como salud, educación y vivienda) que reciben los cubanos. Teniendo en cuenta el poder adquisitivo, el PIB por habitante fue de $ 6,205 en 2014, o un 35% por debajo de su nivel de 1985.
Vidal continúa comparando a Cuba con un grupo de diez países de América Latina cuyas poblaciones y economías son similares en tamaño. [Lo denomina AL-10 y está integrado por Bolivia, Costa Rica, Ecuador, Guatemala, Honduras, Jamaica, Panamá, Paraguay, R. Dominicana y Uruguay].
Mientras que en 1970 Cuba era el segundo más rico de los once, solo detrás de Uruguay, en 2011 (el último año sobre el cual hay datos disponibles) estaba en sexto lugar en ingresos per cápita, superado por Panamá, Costa Rica, República Dominicana y Ecuador.
El declive cubano se debe principalmente a la falta de inversión, dice el catedrático. Pero también incide una población menguante y envejecida. El autor encuentra que las reformas han producido un modesto incremento de los ingresos e incluso de la productividad. Las reformas "se mueven en la dirección correcta, pero se han quedado cortas", opina Pavel Vidal.
Concluye diciendo The Economist que para Díaz-Canel y sus colegas reformistas, el mensaje está claro: acelerar los cambios implica riesgos políticos, pero no hacerlo conlleva riesgos económicos.
¿Qué señales envían las nuevas mediciones para la política económica cubana?
(Conclusiones de Pavel Vidal para su artículo “La economía cubana se empequeñece en la región: resumen de un estudio para el Banco Interamericano de Desarrollo”)
Una vez que se llevan los datos macroeconómicos cubanos a mediciones en dólares y se comparan con economías de similar tamaño en América Latina y el Caribe, los resultados son contundentes en confirmar la caída significativa en el peso relativo de la economía cubana en la región y el lugar relegado en que ha quedado en cuanto al ingreso per cápita.
La necesidad y urgencia que le imprimen estos resultados al proceso de reformas en curso es incuestionable. Y es mayor aún dado que no se está comparando a Cuba con las economías emergentes de mejor desempeño internacional, sino con países a los cuales, hasta hace poco, Cuba rebasaba en tamaño económico e ingreso per cápita.
Las mediciones realizadas indican que la pérdida de peso económico relativo en la región se ha venido gestando antes de la desaparición de la URSS. Desde los años 70 se observa una disminución del peso relativo del PIB total y per cápita cubanos.
La depresión de los años 90 lo que hizo fue que precipitó todas estas tendencias, descapitalizó la economía y agravó las condiciones demográficas, y de esta forma hundió los agregados macroeconómicos cubanos hasta niveles de subsistencia.
Incluso para los que mantienen una preferencia por un modelo con dominio de la empresa estatal y control monopólico de los mercados, las señales que provienen de los valores comparativos regionales calculados deberían funcionar como un llamado de atención.
Este modelo no garantizó un crecimiento de la productividad cuando Cuba contaba con beneficiosos acuerdos con la URSS para los términos de intercambio, el comercio y las finanzas internacionales. El modelo tampoco logró apalancar los acuerdos favorables más recientes con Venezuela y provocar un salto relevante en los niveles de ingresos.
La ineficiencia con que el modelo económico cubano ha empleado los factores de producción y las inversiones en la educación son visibles en las mediciones efectuadas.
Llama la atención que las reformas económicas puestas en marcha desde los años 90, y retomadas bajo el gobierno de Raúl Castro, han permitido impulsar una tendencia moderada positiva en el crecimiento del ingreso total y per cápita, e incluso en la productividad. Las ganancias alcanzadas en productividad, aunque discretas, muestran que las reformas han estado bien orientadas.
Es decir, las reformas de mercado y de apertura internacional se mueven en la dirección correcta, pero se han quedado cortas. Se requiere ampliar su alcance y su poder reformador sobre el modelo estatal centralizado. Las insuficiencias de las reformas quedan plasmadas en la indetenible descapitalización de la economía y en indicadores cuyos niveles todavía no sobrepasan los previos a la crisis de los años 90 y que distan de las dinámicas de las economías de mejor desempeño en AL-10.
Es reconocido que, en la segunda mitad del siglo pasado, la Revolución cubana engrandeció la influencia política de Cuba en la región y su papel en la geopolítica internacional.
Lo que vemos en los resultados del estudio es que, en paralelo, la capacidad productiva de la economía y el valor de los ingresos se empequeñecieron.