La última vez que Raúl Castro insinuó que “el sector no estatal”─eufemismo para designar al sector privado─ llegó a Cuba para quedarse, fue el mes pasado en el primer período ordinario de sesiones de la Asamblea Nacional en 2017.
En esa ocasión el general anunció “un conjunto de decisiones” que adoptó el Consejo de Ministros “con el propósito de erradicar los fenómenos negativos detectados y asegurar el desarrollo ulterior de estas formas de gestión en el marco de la legalidad”.
Anticipó que dichas decisiones serían “ampliamente divulgadas en la medida en que se publiquen las regulaciones actualizadas”.
La divulgación comenzó este martes, con el anuncio de la congelación de 27 categorías de actividades por cuenta propia (privadas) y la eliminación de otras cinco.
Después de dar el santo, aunque no la seña de la mala noticia, el gobernante, que ha prometido retirarse del gobierno en febrero de 2018, reiteró su "compromiso" con el "sector no estatal": “Considero conveniente enfatizar que no hemos renunciado al despliegue y desarrollo del trabajo por cuenta propia, ni a proseguir el experimento de las cooperativas no agropecuarias. No vamos a retroceder ni a detenernos, ni tampoco permitir estigmas y prejuicios hacia el sector no estatal”, dijo.
La ironía es que lo que indica la aritmética simple es una marcha atrás que ni siquiera significa una vuelta al punto de partida: después de publicarse el martes en la Gaceta Oficial la Resolución del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, han quedado disponibles, para quienes quisieran empezar a trabajar ahora por su cuenta en la isla, 169 actividades autorizadas.
Esto es, nueve menos que las 178 a las que el general-presidente dio luz verde cuando comenzó una urgente expansión del sector en septiembre de 2010, acuciado por la necesidad de librarse de cientos de miles de plazas de trabajo estatales improductivas, se dice que hasta una cuarta parte de la fuerza laboral del país.
Estas modalidades, que prestigiosos economistas han criticado por su naturaleza mayormente rudimentaria e incapaz de producir valor agregado y emplear fuerza de trabajo calificada, habían sido ampliadas primero a 181, en 2011, y luego a 201 en 2013, y desde entonces se habían mantenido en esa cifra. El hachazo equivale por tanto a la salida de la lista de alrededor del 17%.
Llama la atención que salen de la relación “de manera definitiva” tres tipos de intermediarios que han estado dando de comer a los cubanos, si bien a precios cada vez más altos: vendedor mayorista de productos agropecuarios”; “vendedor minorista de productos agropecuarios”; y “carretillero o vendedor de productos agrícolas en forma ambulatoria”.
Aunque el gobierno ha demonizado en sus medios a estas personas, y después del VII Congreso del Partido Comunista enfrentó la espiral de los precios poniendo topes a una veintena de productos agrícolas, el economista Pavel Vidal ha explicado que se trata de un espejismo, pues los altos precios no son controlados por los intermediarios, sino que están condicionados por una oferta deprimida, en razón de factores como la sequía, el aumento del turismo y la falta de incentivos para los productores.
Por otra parte, entre las 27 actividades congeladas el martes “hasta tanto concluya el perfeccionamiento del trabajo por cuenta propia” (¿con qué parámetros se medirá ese intervalo?) se cuentan varias de las más lucrativas que operan en la periferia de la pujante industria turística nacional, un sector de la economía en divisas en el que ha sido casi escandalosa la expansión del pulpo militar-empresarial GAESA, en un Estado que persigue cualquier otra concentración de riquezas y propiedades.
Pero pese a la preponderancia de GAESA, desde que el deshielo de las relaciones con Estados Unidos impulsó el actual boom del turismo internacional a Cuba, medios y especialistas han dado cuenta de la preferencia de los viajeros por alojarse en las más baratas y populares “casas particulares” (promocionadas por la empresa estadounidense Airbnb) antes que en los sobrepreciados hoteles del Estado; y por cenar en las mejor gestionadas, surtidas y más económicas paladares, antes que en los aburridos restaurantes estatales.
En la última Feria Internacional de Turismo FitCuba el titular del ramo, Manuel Marrero ensalzó el papel que desempeñan en la industria más de 21.000 casas particulares de renta, y 2.000 "paladares".
No más. O al menos no más que los que ya existen, proclama el gobierno, que desde ayer dejó de emitir licencias para "arrendadores de vivienda, habitaciones y espacios que sean parte integrante de la vivienda; gestores de alojamiento para viviendas o habitaciones que se arriendan; cafeterías de alimentos ligeros; y elaboradores vendedores de alimentos y bebidas mediante servicio gastronómico en restaurantes (Paladares)".
La congelación de estas categorías trae ecos de retrocesos en otras: a fines de 2012 el gobierno anunció que desde enero del año siguiente quedaría prohibido para los particulares con licencias de venta de ropa artesanal y otros artículos vender “productos de factura industrial, productos comprados en el exterior por modistas o sastres, plomeros, productores y/o vendedores de artículos varios de uso del hogar”(Esta última categoría fue otra de las suspendidas el martes). Su mercancía era “importada” en el equipaje de “mulas” que viajaban a comprar en México, Ecuador o Panamá con los gastos pagados por los comerciantes.
La iniciativa de esos llamados vendedores de “pacotilla” no solo resultó en grandes y concurridos mercados libres privados, como La Cuevita en el municipio habanero de San Miguel del Padrón, sino que por su competencia en precios, calidad, variedad y facilidades de pago, hizo que se desplomaran las ventas de las Tiendas Recaudadoras de Divisas en poder de los militares, según reportó entonces la prensa independiente
La prohibición no consiguió que los privados cesaran sus ventas, sino que no las continuaran en público. En un reportaje publicado el mes pasado por Cubanet, la autora, Iris Lourdes Gómez, describe una reciente excursión de compras de su amiga Melinda a la Cuevita, más de cuatro años después:
“La primera impresión que recibió fue la de haber llegado a uno de esos pueblitos deshabitados que aparecen en algunas películas del Oeste. Ni una mesita, ni una percha. Nada. Unos muchachones que encontró en la calle, le preguntaron varias veces; “¿Qué busca?”. Ella respondió “hilo”, y la enviaron para casa de Fulano. Después dijo “acetona”, y la mandaron a ver a Mengano (…).. Buscando carteras, la única que tenía era Ciclana. Todos estaban escondidos en sus casas, casi siempre en pasillos interiores”.
Para los frustrados aspirantes a arrendadores de casas y habitaciones, gestores de alojamiento y operadores de cafeterías y paladares, la resolución del MTS el martes podría estar marcando la hora de pasar a la clandestinidad. Que ya se sabe cómo funciona el castrismo: lo resumió desde los años 60 el perseguido poeta Heberto Padilla: "un paso al frente, y dos o tres atrás".