Cerca de un millón de personas marcharon este domingo contra la presidenta Dilma Rousseff en al menos 74 ciudades de Brasil, 580.000 de ellos en Sao Paulo, informó la Policía.
Las manifestaciones para protestar por el megaescándalo de corrupción en la estatal Petrobras y la compleja situación económica alcanzan así prácticamente el mismo tamaño que las marchas callejeras espontáneas de junio de 2013 para pedir el fin de la corrupción de la clase política y más gastos en educación y salud, en lugar de en la Copa del Mundo.
Varios de los manifestantes reclamaron este domingo la destitución de la Presidenta, que comenzó su segundo mandato hace menos de tres meses tras ser reelecta en octubre por un margen de apenas 3%.
Y muchos pidieron incluso una intervención militar que ponga fin a más de 12 años de gobierno del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT), una paradoja en este día en que se cumplen justamente 30 años del retorno de la democracia a Brasil luego de una larga dictadura militar que comenzó en 1964 y terminó en 1985.
Las protestas son mayores que las convocadas el viernes en apoyo de Rousseff y Petrobras por sindicatos y movimientos sociales afines al PT, que convocaron a 175.000 personas según los organizadores y 33.000 según la policía. Pero de todos modos, 350.000 personas representan apenas un 0.175% de la gigante población de Brasil, de 200 millones de habitantes.
La avenida frente a la famosa playa de Copacabana en Río de Janeiro fue colmada durante varias cuadras en este domingo soleado por unas 15.000 personas –según la policía– que coreaban "¡Fuera Dilma, fuera PT!", y que como en muchas ciudades del país cantaron el himno nacional.
Rita Souza, una productora televisiva de 50 años, lleva una pancarta que dice "Intervención militar ya". "No estoy pidiendo un golpe (de Estado), sino una intervención constitucional para llamar a nuevas elecciones limpias, sin urna electrónica, sin la manipulación del PT. ¡Que se vayan todos para Cuba!", dijo a AFP.
Varios politólogos brasileños se vieron obligados a explicar en los últimos días en la prensa local que es imposible tener una "intervención militar constitucional".
Entre 45.000 y 50.000 personas marcharon hacia el Congreso en Brasilia, según cálculos de la policía. Entre ellos se encontraba el empresario de la construcción Alessandro Braga, de 37 años, acompañado de su esposa y de su hijo en un carrito. "Apoyo la salida de Dilma. Los mayores escándalos de corrupción ocurrieron durante su gobierno y no dijo nada", sostuvo.
El hartazgo de la corrupción parece ser la amalgama de muchos manifestantes que reclaman desde un golpe militar hasta la protección del Acuífero Guaraní, mientras marchan en familia, se sacan "selfies" sin parar con sus teléfonos inteligentes y compran agua de coco o gafas de sol a vendedores ambulantes.
"Brasil está siendo destruido, sólo las fuerzas armadas pueden salvarlo", dijo la fisioterapeuta Ana Paula do Valle, de 52 años, que colgó de su bicicleta un cartel pidiendo la intervención militar.
La popularidad de Rousseff cayó 19 puntos en febrero, a 23%, y la Presidenta enfrenta una situación complicada en varios frentes. La economía ha crecido muy poco en los últimos cuatro años y está estancada, hay déficit de cuentas públicas, de balanza comercial e inflación elevada (7,.7% en 12 meses), y el real se ha devaluado casi 30% en un año. El Gobierno impulsa un ajuste fiscal para poner la casa en orden, pero esto disgusta a su vez a parte de la izquierda.
A esto se suma la tensión política por el inmenso esquema de corrupción develado en la estatal Petrobras, el mayor en la historia de Brasil. Decenas de políticos –incluidos 22 diputados, 13 senadores y dos gobernadores en funciones-– son investigados por su supuesto involucramiento en la trama. La mayoría pertenece al PT o a partidos que integran la coalición de Gobierno.
Rousseff defendió el derecho de manifestarse libremente, pero recordó que no es posible tener "un tercer turno" de las elecciones en Brasil, ya que equivaldría a una "ruptura democrática".
En Sao Paulo, donde los manifestantes aguardan una gran convocatoria, la protesta comenzó más tarde y aún no hay cifra estimada de asistencia. Joao Augusto Seixas, un ingeniero de 64 años, viste una camiseta donde se lee "BASTA" y explica: "Basta, esto es un mensaje contra la situación actual de Brasil y contra la corrupción que ha alcanzado niveles nunca vistos.
Necesitamos una reforma política, buscar una solución que puede ser el 'impeachment', eso hay que debatirlo".