LA HABANA- A inicios de marzo de 2017 comerciantes de libros, publicaciones y antigüedades fueron desalojados de la Plaza de Armas, sitio donde radicaron durante más de dos décadas, y trasladados a la antigua Casa de Justicia Santa Ana, ubicada en Baratillo y Jústiz, Habana Vieja.
En aquel entonces funcionarios de la Oficina del Historiador de la Ciudad (OHC), preguntados en referencia al desalojo de “los libreros” como se les nombra popularmente, declararon que a finales de 2016 se había dictaminado prohibir toda “comercialización en espacios públicos por el deterioro de los sitios históricos”.
Pese a la poca distancia entre la Plaza de Armas y la antigua Casa de Justicia, los libreros previnieron que la reubicación disminuiría sus ventas debido a que implicaba un menor tránsito de turistas. Señalaron además las condiciones de hacinamiento del nuevo lugar que obligó a la alternativa de instaurar dos turnos de trabajo.
Circunstancias que permanecen irresolutas, a pesar de que fueron expuestas el pasado 4 de julio por la sección sindical de los libreros de la feria de publicaciones y antigüedades, en un “informe de bienvenida” a la inmobiliaria Fénix S.A., entidad a la que actualmente tributan.
“Con la reubicación lo perdimos todo: espacio-cliente-ingreso”, señaló uno de los comerciantes, fundador del gremio creado por Eusebio Leal Spengler y bajo el amparo del Decreto-Ley 143/1993, que pidió “en representación de todos los libreros” no personalizar las declaraciones con nombres. Hasta el 1 de marzo de 2017, cuando fueron desalojados, “éramos el atractivo del Casco Histórico, útil para los restaurantes y otros expendios de la zona. Durante casi un cuarto de siglo fuimos voluntad y representación a pesar de los inconvenientes padecidos”, agrega, y revela la cifra real que ingresaba el gremio al presupuesto del Estado cuando comerciaban en los espacios de la Plaza de Armas: 1.257 600 pesos, equivalentes a 52.400 CUC.
En casi diez meses de reclamaciones el gremio de libreros apenas ha logrado renegociar “el pago por el alquiler del espacio”, y consideran que el conjunto de sus demandas, mientras permanecen en Santa Ana, “son justas”.
Como ejemplo enumeran las modificaciones constructivas al inmueble para evitar las inclemencias del sol, la recolocación de carteles promocionales, la reubicación hacia la actual sede de la funcionaria del Fondo de Bienes Culturales, y la exclusividad del parqueo colindante para los ómnibus de Transgaviota y Transtur que “diariamente parquean en la nave de San José”. “Nuestros aportes, desde que surgimos como gremio, van más allá de lo mercantil”, acota otro de los libreros.
Los precios preferenciales, “para los cubanos de a pie”, y los préstamos de libros a estudiantes que acuden a los servicios de la biblioteca Rubén Martínez Villena han sido ejemplos distintivos que el gremio de libreros asume como prioridad. “Fuimos pioneros desde 1994, en el Casco Histórico, en donar voluntariamente un dólar por solicitud expresa de Eusebio Leal”, prosigue y recuerda cómo este donativo se convirtió “de golpe y porrazo en un tributo-obligación de pago mensual”.
Los comerciantes de libros, publicaciones y antigüedades aportan e ingresan al presupuesto nacional, mensualmente, 350 pesos a la ONAT, 262 pesos por seguridad social, 35 pesos por contribución a la conservación del casco histórico, y otras cifras no precisadas de la cuota sindical y el día de la patria.
“Nosotros además exportamos cultura revolucionaria”, afirma un miembro de la sección sindical en referencia a que nunca se ha invitado a los libreros para participar de la Feria Internacional del Libro. “Es absurdo que perteneciendo al sindicato de Cultura no podamos interactuar en el sábado del libro o un viernes con la Banda de conciertos”, cuestiona el sindicalista quien además lamenta cómo se ha excluido al gremio, “desde los tiempos inmemoriales”, de cualquier proyecto sociocultural y cree que “nunca se vincularon los fines culturales con los fines económicos como quería Fidel [Castro]”.
En la nueva circunstancia estos comerciantes de publicaciones y antigüedades creen poco probable que la Dirección Adjunta de Inversiones de la OHC logre en un plazo prudente “darle cumplimiento a la fase dos del proyecto para que la antigua Casa de Jústiz y Santa Ana nos brinde la funcionalidad de un espacio rentable y estético”. Aunque recalca que la esperanza de los libreros, no es reubicarlos a los almacenes de San José “ni permanecer en el patio de Juan Francisco Manzano, el primer poeta negro cubano, sino retornar a la Plaza de Armas”.