Los numerosos países involucrados en la crisis venezolana pueden afectar la solución de la misma si no asisten materialmente a la oposición y desisten de instrumentar sanciones y medidas que limiten las posibilidades de sobrevivencia del régimen de Nicolás Maduro.
Sin embargo, la oposición venezolana tiene que hacer todo lo posible por controlar la situación y que las alianzas concertadas no limiten su capacidad operativa. Los aliados son esenciales cuando se combate una dictadura ideológica o una pandilla del crimen organizado, como la que detenta el poder en Venezuela, pero nunca se les debe permitir asumir el control de las operaciones o tener veto sobre las mismas, porque la realidad es que los que encarnan un proyecto nacional son los únicos que bregarán hasta el último aliento con independencia de los resultados.
Sobran ejemplos de ‘Aliados Fríos’ que abandonan a sus protegidos con o sin motivos, o se envuelven en una retórica adormecedora, después de crear una sensación de dependencia altamente perjudicial al propósito original. La internacionalización de los conflictos tiende a estancar las soluciones, sea porque los eventuales aliados no actúan con firmeza, o las partes en conflicto pierden el protagonismo.
Los frustrados intentos de cooperantes nacionales e internacionales de hacer ingresar a Venezuela la tan necesitada ayuda humanitaria, ejemplifican las limitaciones de las partes, en particular la de gobiernos extranjeros que tienen compromisos propios.
Los factores foráneos que se involucran en disensos nacionales se convierten en parte del mismo, en consecuencia, las soluciones demandan un consenso más complejo en el que concurren intereses y conveniencias extrañas que enmarañan las posibilidades de la oposición nacional de asumir iniciativas que no cuenten con el respaldo de sus eventuales aliados.
La oposición al contraer compromisos con sus aliados, debe asumir una conducta acorde a los postulados que sus compañeros de viaje defienden públicamente.
En este aspecto la cuadrilla de Maduro y Cabello a pesar de sus compromisos firmes con el Castrismo, Rusia y China, sin pasar por alto los estrechos vínculos con el narcotráfico y el crimen organizado, tiene un mayor espacio operativo porque sus aliados por naturaleza son partidarios de posiciones extremas y favorecen enfoques contrarios a la cesión de los poderes y espacios conquistados.
Ninguno de los regímenes asociados al castro chavismo, particularmente el de Cuba, están sometidos a la presión de una poderosa opinión pública ni a una oposición que pueda poner en peligro el control que ejercen sobre el país.
El régimen castrista es el aliado más incondicional del sindicato del crimen que controla Venezuela porque su propia existencia está estrechamente vinculada a la permanencia de la cuadrilla Madurista en el gobierno.
El alto número de militares y agentes represivos cubanos asentados en Venezuela son el principal baluarte de ese régimen, mucho más confiable que la cúpula del alto mando de las Fuerzas Armadas de Venezuela, que a pesar de la profunda corrupción denunciada, está sometida a vivir la crisis estructural que sufre la nación.
No obstante y con independencia de cómo se agudiza la crisis o se presente una salida, el mantenimiento del “statu quo” solo favorece a los que detentan el poder real, en este caso a la caterva de Nicolás Maduro. Es una gran verdad que la internacionalización de los conflictos domésticos tiende a postergar las soluciones y que solo se llega a ellas cuando los factores externos involucrados en el diferendo asumen como propia la situación y toman los riesgos que demanden sus intereses, más que los compromisos.
Un ejemplo clásico de esta afirmación fue el resultado de la implicación de Estados Unidos y la extinta Unión Soviética en la situación cubana que cuando derivó a un enfrentamiento de las grandes potencias como consecuencia de la Crisis de los Misiles, octubre 1962, la solución acordada sabiamente fue evitar una confrontación nuclear, aunque los cubanos siguieran siendo esclavos por toda la eternidad.
Es cierto que cuando se enfrenta una dictadura es muy difícil actuar en solitario, pero es muy lamentable y un grave error, que una fuerza política o militar cimente su desarrollo, estrategia y el logro de sus fines, en el compromiso y voluntad cooperativa de componentes extranjeros, una actitud que augura la derrota.