Cuando parecía que las elecciones al Parlament de Cataluña habían caído en saco roto, y habría que repetir el sufragio por falta de un acuerdo parar investir a un presidente de la Generalitat, este último domingo ocurrió un milagro. La Candidatura de Unidad Popular (Candidatura d'Unitat Popular, más cocida como CUP), que tenía la sartén por el mango, aceptó investir a Carles Puigdemont, miembro de Convergencia Democrática de Cataluña y de la coalición Junts pel Sí, un colega fortísimo de Artur Mas.
Esto indica que el problema de la CUP era específicamente con Mas, y no tanto con el partido que representa el político.
Puigdemont, que hasta el año pasado fue alcalde de Girona, una provincia de la Cataluña profunda, es un comodín para que las dos fuerzas independentistas e ideológicamente opuestas se pusieran de acuerdo. Todo por no perder las elecciones de septiembre pasado que habían dejado un camino abierto hacia la secesión. De esta manera, continúa en pie el proceso de separación de España (la “desconexión”, como lo llaman los separatistas catalanes), que tiene en lo adelante 18 meses para que Cataluña se declare un Estado aparte.
Lo más curioso de todo esto es que se ha puesto por delante el sentido nacionalista y no la ideología. Como decíamos arriba, el mango de la sartén estaba en manos de una colación de extrema izquierda, o, para decirlo de otra manera, de un grupo anticapitalista. Si sumamos que la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, también representa el “anticapitalismo”, las fuerzas de poder de una de las comunidades autónomas españolas más poderosas podrían estar cambiando.
Es cierto que la izquierda gobernó en Cataluña desde el 2003 hasta el 2010 con el Tripartito, pero entonces bajo la égida del Partido Socialista Catalán (PSC), que no es independentista. Ahora, con la investidura de Puigdemont, la derecha, que él representa, se ve obligada a compartir poder con la izquierda, que en definitiva fue quien lo invistió este domingo como President.
Un periodista vende a Cataluña en inglés
Dicen las crónicas del domingo que, al ser investido como President, Puigdemont abrazó a Artur Mas y al final de la ceremonia salieron caminando juntos. El partido de ambos, Convergencia Democrática de Cataluña, es el que define a la Cataluña burguesa de toda la vida, la de Jordi Pujol, la que muchos identifican con la centroderecha y mantuvo la hegemonía pujolista durante 23 años.
Ahora podemos sospechar que el sueño de Pujol, aunque tuviera buenas relaciones con Madrid, era la independencia de Cataluña. Al menos este es el subtexto que deja en el aire un President frustrado como Artur Mas, que según especulaciones de la prensa local continuará dirigiendo Cataluña, y el plan de independencia, por debajo de la mesa.
El antiguo alcalde de Girona y ahora nuevo President es más de lo mismo, y nunca mejor dicho. Girona es una importantísima ciudad cercana a Francia que, a la vez, se encuentra perfectamente conectada por trenes con Barcelona, además de por una magnífica autopista. Tiene aeropuerto internacional y controla las comarcas de la Costa Brava. Su universidad es un reconocido centro de conservación de la lengua catalana. Explica Wikipedia que, en 1988, Puigdemont se dedicó a reunir referencias de la prensa internacional sobre Cataluña, material que dio como fruto la publicación en 1994 del libro Cata... què? Catalunya vista per la premsa internacional. Esto indica su preocupación por hacer de Cataluña un lugar visible en el mundo, aunque antes, en 1992, fueron los Juegos Olímpicos celebrados en Barcelona los que pusieron la realidad catalana más ampliamente en el mapamundi.
También encontramos un dato interesante en la carrera del nuevo President, quien antes de entrar en política se dedicó al periodismo y luego combinó ambas cosas. Puigdemont fue director general de Catalonia Today, un periódico catalán en inglés, donde además trabaja su esposa Marcela Topor, de origen rumano, ahora convertida en primera dama de Cataluña.
Rajoy no tiene quien lo invista
Paralelamente a la crisis de investidura de un presidente para Cataluña (se resolvió in extremis, casi a punto de vencer el plazo legal), España vive un proceso similar desde las elecciones generales de diciembre último. El presidente español en funciones, Mariano Rajoy, no encuentra con quién unirse para gobernar, pues su partido no alcanzó mayoría necesaria. Dicen analistas que lo que sucedió en Cataluña podría sentar un precedente para Madrid, en tanto finalmente se pusieron de acuerdo fuerzas políticas diametralmente opuestas.
Desde su silla en la Moncloa, Rajoy no se quedó callado este domingo ante el avance del proceso independentista catalán. No reconoció las intenciones separatistas del nuevo gobierno de Puigdemont, alegando, una vez más, que se trata de un proceso ilegal, anticonstitucional. Pero su preocupación más grande, obviamente, está en encontrar quien lo invista a él. La situación está difícil porque el líder del PSOE, Pedro Sánchez, no tiene muchas intenciones de hacerlo, de manera que en toda España, incluyendo a Cataluña, podrían repetirse unas elecciones generales al costo de 160 millones de euros, según indica el diario El Mundo.
Desde su columna del influyente periódico catalán La Vanguardia, el director adjunto Enric Juliana propuso este domingo un reto a la comunidad española: pronunciar correctamente el nombre de Carles Puigdemont, todo un ejercicio de dedicación que estaría reconociendo de plano el sentido nacionalista, o al menos respetándolo.