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“Con el diablo no se dialoga nunca”: sacerdote nicaragüense


El sacerdote Edwin Román a la entrada de la iglesia San Miguel Arcángel, en la ciudad de Masaya, Nicaragua. Foto archivo VOA.
El sacerdote Edwin Román a la entrada de la iglesia San Miguel Arcángel, en la ciudad de Masaya, Nicaragua. Foto archivo VOA.

La última voz crítica que aún sobrevive en Nicaragua es la de la Iglesia católica la cual ha cuestionado el proceso electoral y expresado su preocupación “por el rumbo que lleva el país”.

La última voz crítica que aún sobrevive en Nicaragua es la de la Iglesia católica, después que el encarcelamiento de los principales líderes políticos, campesinos y empresariales en el país centroamericano impuso una especie de autocensura.

“Casi no hay nadie que se atreva a hablar. Daniel Ortega impuso un estado de terror de facto”, dice el analista político Enrique Sáez.

A semanas de las elecciones, la Iglesia precisamente es quien ha denunciado “que se ha perdido una oportunidad valiosa para enderezar el rumbo” que lleva Nicaragua, “para solucionar “los problemas sociales, políticos y económicos, al no dar cabida a la pluralidad de pensamiento de todos los sectores”.

“Se les ha excluido”, dice la Iglesia, argumentando que el mandatario sandinista, que busca reelegirse junto a su esposa, la también vicepresidenta, Rosario Murillo, han olvidado el perdón que pidieron a la Iglesia antes de llegar al poder en 2007 y han arremetido nuevamente contra el clero, como ocurrió en los1980, llamando a los obispos y sacerdotes “demonios con sotanas, hijos del demonio”, entre otros calificativos.

Ante este panorama, el sacerdote Edwing Román habló sobre los ataques de Ortega y Murillo contra la Iglesia y el futuro del país. Román es una de las voces más críticas en Nicaragua. En medio de la crisis de 2018, acogió a manifestantes en el templo San Miguel Arcángel, en la ciudad de Masaya, al sur de Managua.

En 2019, el sacerdote volvió a tomar relevancia al recibir a un grupo de familiares de reos políticos que se mantenían en huelga de hambre en el templo. La policía cercó la iglesia y suspendieron la energía durante una semana completa, imposibilitando la salida de los opositores.

Policías y simpatizantes del gobierno de Daniel Ortega rodean la iglesia San Miguel Arcangel, en Masaya, Nicaragua, después de una protesta dentro del templo. Foto archivo VOA.
Policías y simpatizantes del gobierno de Daniel Ortega rodean la iglesia San Miguel Arcangel, en Masaya, Nicaragua, después de una protesta dentro del templo. Foto archivo VOA.

La Voz de América quiso conocer su valoración de la situación actual.

VOA: Padre, hemos visto que el gobierno de Ortega y Murillo ha retomado los ataques contra la iglesia y a los sacerdotes los ha llamado “demonios”, ¿Cómo responde a esto?

Román: Siempre lo han hecho aún de modo solapado. Si alguna vez han logrado acercarse, inclusive verlos recibir la Eucaristía en Misa, ha sido por un acto de hipocresía buscando imagen, sin embargo “por sus frutos los conoceréis”, San Mateo 7:16-21.

También los fariseos acusaron a Jesucristo de demonio, y de otros apelativos.

VOA: Estos ataques contra la iglesia no son nuevos. En los 1980 se dio, pero Ortega pidió perdón en 2006 durante su campaña electoral por los graves errores que cometió en ese entonces. ¿Fue una estrategia o cómo lo tildaría usted?

Román: Estrategia e hipocresía. (A Ortega) se le vio hasta de camisa blanca con cuello corto, simulando un cuello clerical.

VOA: Cambiando de tema, ¿cómo ve el panorama de las elecciones? La Arquidiócesis de Managua ha dicho que Nicaragua se enrumba a un futuro incierto.

Román: Efectivamente, en los mensajes de la Comisión de Justicia y Paz de la Arquidiócesis se ha manifestado esta preocupación por el futuro incierto. Igualmente lo hemos escuchado en la voz de algunos de nuestros obispos. La misma ciudadanía está muy preocupada por la radicalización de este sistema, la desesperación que está llevando a un masivo éxodo al extranjero, y esto conlleva a la separación de los seres queridos.

VOA: ¿Cree que este gobierno logre tener legitimidad en la comunidad internacional?

Román: Tiene una gran responsabilidad la Comunidad Internacional, los países democráticos amigos del pueblo nicaragüense, a quienes agradecemos mantengan su mirada sobre Nicaragua. Ellos saben de nuestros presos políticos, entre ellos los posibles candidatos a unas elecciones que hubiesen sido libres, transparentes y con la garantía de observadores internacionales creíbles.

VOA: ¿Qué se ve a futuro en Nicaragua?

Román: El futuro sólo Dios lo sabe. Ellos pueden armar su “proyecto” y sus estrategias, pueden utilizar todo el dinero del Estado para esta farsa, pero la última palabra sólo Dios la tiene. Nuestro pueblo es en su gran mayoría cristiano y creemos en la intervención de Dios. Creo también en los hombres y mujeres de buena voluntad.

VOA: Recientemente el oficialismo habló de otro diálogo después de las elecciones ¿Cómo ve un nuevo diálogo nacional?

Román: La escalera de oro la perdió Ortega Murillo en el primer diálogo. Tuvieron esa oportunidad y se le hubiera evitado al pueblo nicaragüense más derramamiento de sangre, encarcelamientos injusto, exilio. Inclusive que ellos, su familia y sus allegados pudieran hoy en día dormir tranquilos. Con el diablo no se dialoga nunca.

VOA: ¿Temen por sus vidas ustedes como religiosos?

Román: En mi caso, Dios me ha librado de muchos peligros. Él está conmigo. Siempre es importante la precaución que no significa cobardía.

VOA: ¿Qué les dice a los seguidores de Ortega y a la pareja gobernante que hoy los ataca con fuerza?

Román: Que sepan discernir, que todas las energías que se utilizan para hacer el mal puedan ser utilizadas para el bien. Todos somos hermanos hijos de un mismo Dios y de una Madre Patria que se llama Nicaragua. Muchos de ellos están en nuestras familias y son también nuestros vecinos. No vas a pena perder familia, vecinos y amistades por una familia gobernante a la que ellos ni siquiera los conocen.

A la parejita (gobernante) les digo que son el hazmerreír, y qué hay un Dios que les está esperando.

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