El anuncio de Southwest Airlines de la reducción de vuelos a Cuba provocó comentarios sobre las políticas del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump hacia Cuba, pero en realidad el hecho habla del fallida política de Barack Obama de propiciar negocios con un régimen que no apoya, y quizá no sabe adaptarse a la dinámica del libre mercado, asegura un editorial de Cayman Compass.
En realidad, los cambios menores del Presidente Trump a las reglas de viaje anteriores de la administración estadounidense tienen poco que ver con la falta de entusiasmo de los viajeros estadounidenses por visitar Cuba. La pesada burocracia comunista tiene la mayor parte de la culpa por la falta de recursos y la pobre infraestructura que han enturbiado el interés de los viajeros estadounidenses, publica el diario de Islas Cayman.
Puede haber algo de verdad en la idea de que más estadounidenses viajarían a Cuba si se les permitiera legalmente relajarse en la playa con un mojito en la mano (bajo las nuevas reglas del Sr. Trump, como lo fue bajo la anterior administración de Obama, EE.UU permite solamente "viajes con propósito" a Cuba - viajes educativos, visitas a la familia, misiones humanitarias, etc. - no turismo).
Pero la cuestión más importante es que muchos estadounidenses no quieren ir a Cuba, de todos modos. Al menos una encuesta reciente encontró que el interés de los viajeros estadounidenses en Cuba ya estaba disminuyendo apenas un año después de que se flexibilizaron las restricciones de viaje.
En 2017, el 76 por ciento de los estadounidenses dijeron que era poco probable que planearan un viaje a Cuba, un 6 por ciento más que el año anterior, según la encuesta publicada por el proveedor de seguros de viaje Allianz Global Assistance, en mayo.
Entre las preocupaciones reportadas por los encuestados se encuentran: falta de seguridad, falta de información sobre las experiencias de viaje en Cuba, mala infraestructura de viajes y poca conectividad para Internet y móvil.
Cuba ha sido capaz de atraer sólo una escasa inversión extranjera desde que el Gobierno comenzó presuntamente a alentar la empresa privada en 2011. Incluso después de que las reglas de inversión extranjera fueron "relajadas" por el régimen en 2014, ha sido absurdamente difícil para los inversionistas extranjeros hacer negocios país.
En pocas palabras, las regulaciones del Gobierno cubano y los pesados procesos burocráticos han sacudido los esfuerzos para impulsar el comercio y apoyar la inversión privada.
La mayoría de los cubanos, dependientes desde hace tiempo de pequeños subsidios gubernamentales y remesas de familiares en el extranjero, no tienen ni recursos ni la garantía necesaria para hacer las grandes inversiones necesarias para llevar la infraestructura de viajes del país a un nivel que los turistas internacionales esperan.
Así, para cualquiera que desee convencer al gobernante Partido Comunista de Cuba de esa realidad económica, lo mejor que podemos decir es: "Buena suerte".
En una economía global, las empresas pueden operar donde quieran en el mundo, incluyendo en Cayman o en Cuba, pero se inclinan hacia lugares que, no es sorprendente, favorecen a las empresas privadas. Nada mata a la libre empresa más rápido que la burocracia, y ese es el recurso nacional nº 1 de Cuba.
En última instancia, Cuba tomará sus propias decisiones. Pero hay una lección para nosotros en casa: Cayman debe tener cuidado de no ir por el mismo camino al permitir que la burocracia hinchada y la proliferación de reglamentos estanquen la esencia creativa del espíritu empresarial y la inversión. Cuba como ejemplo de lo que no se debe hacer.
[Redactado por Armando de Armas, basado en un editorial de The Cayman Compass]