Mientras durante cerca de sesenta años de dictadura comunista el poder en Cuba ha sido ejercido sólo por dos personas, los hermanos Fidel y Raúl Castro, en EE.UU se han alternado en el poder doce presidentes, diez de ellos corresponden al decano de los dictadores, Fidel, y dos a su heredero Raúl.
Cuando Fidel asaltó el poder en 1959 en la isla el mandatario estadounidense era Dwight Eisenhower, para a partir de ahí sobrevivir a una larga lista de presidentes que incluyen a John F. Kennedy, Lyndon B. Johnson, Richard Nixon, Gerald Ford, Jimmy Carter, Ronald Reagan, George Bush, Bill Clinton y George W. Bush, para un total de 48 años rigiendo los destinos de Cuba no sólo con consecuencias desastrosas para el desarrollo del país y su sociedad sino también de modo carcelario y sanguinario no ya para los que se le oponían sino también para los de su propio círculo más cercano.
El heredero Raúl, siempre a la sombra de su hermano, ha tenido menos suerte pues, arribando al poder en 2006 por incapacidad de Fidel, ha estado en la mandancia de la isla durante los ocho años de Barack Obama y durante el año y casi tres meses que lleva Donald Trump en la Casa Blanca.
Claro, habría que considerar también que tome quién tome el poder mañana 19 de abril en la isla, lo más probable es que sea sólo un poder aparente, de cara al cambio fraude que han venido trabajando durante años, y que el control real del país siga estando desde las sombras en manos de ese general que nunca ha ganado una batalla pero a quien, como su hermano, no le tiembla la mano a la hora de mandar a matar.
Así que la lógica indicaría que Raúl seguirá determinando sobre los destinos de Cuba hasta que muera, hasta que el pueblo se cansé o hasta que Donald Trump decida que su régimen es un peligro para la seguridad nacional estadounidense, o para la estabilidad hemisférica o que los ataques sónicos de 2016 contra 24 diplomáticos estadounidenses destacados en la isla es un acto de guerra que ha de ser respondido.