Durante cinco días, el presidente francés François Hollande ha encarnado la unidad del país, y el domingo fue aclamado en las calles, pero nada le garantiza al mandatario más impopular de la V República que la mejoría de su imagen vaya a durar mucho.
Según varios observadores, Hollande ha gestionado con éxito la prueba más excepcional y dolorosa de su mandato, que expira en 2017 y se ha visto hasta ahora plagado de críticas a su gestión económica.
A nivel interior, el Presidente socialista ha encarnado la cohesión del país y la compasión por las familias y los allegados de las 17 víctimas de tres días de ataques yihadistas en París.
A nivel diplomático se anotó un triunfo acogiendo a más de cincuenta mandatarios de todo el mundo en la marcha del domingo, una de las imágenes más destacadas de una movilización récord en Francia.
Para el historiador socialista Alain Bergounioux, el Jefe del Estado "ha estado a la altura de su misión. Debía encarnar la unidad de la nación y creo que lo ha hecho. Y además ha reunido para Francia a una cuarentena de dirigentes, lo cual nunca se había visto en la historia".
En palabras del historiador Michel Winock, el dirigente "se mostró digno, firme y unificador". El profesor de universidad Philippe Braud matiza que "en política no hay hombres excepcionales, sino proyecciones excepcionales", es decir, esperanzas y emociones que la gente proyecta en un líder.
La oposición conservadora tampoco quiere que Hollande se lleve el mérito de la emoción que ha vivido Francia en las calles. Pues según Nathalie Kosciusko-Morizet, una de las figuras de la derecha francesa, "es la calle la que encarna la unidad nacional".
La secuencia fatídica iniciada con el ataque del miércoles al semanario satírico Charlie Hebdo le ha caído encima al presidente más impopular de la V República, fundada en 1958. Desde su llegada al poder en 2012, la autoridad de Hollande ha sido cuestionada por protestas masivas a propósito del matrimonio homosexual o su política fiscal, entre otras cuestiones, y también por una parte del Partido Socialista, que no le perdona su orientación económica liberal favorable a las empresas.
En lo personal, tampoco le han faltado las críticas de su ex pareja Valérie Trierweiler, autora de un sulfuroso libro tras conocerse el romance del presidente con la actriz Julie Gayet. Después de todo esto, la imagen de François Hollande aplaudido en la calle al frente de la manifestación de dirigentes, entre los que había figuras como la alemana Angela Merkel, el israelí Benjamin Netanyahu o el palestino Mahmud Abas, "dejará huella", observa Philippe Braud.
Más optimista, Jérôme Fourquet, del instituto de sondeos Ifop, prevé una mejora de la popularidad del Presidente. Pero también recuerda que su imagen puede cambiar muy rápido. "Recuerden que cuando la intervención militar francesa en Mali en enero de 2013, se habló mucho de Hollande convertido en jefe de guerra. Él mismo habló de la jornada más importante de (su) vida política. Y luego, rápidamente, las cosas volvieron a su curso..."
"Ya veremos lo que ocurre luego", relativiza Bergounioux.
"Hay que vivir ese momento de unidad. Pero incluso cuando se juega un papel histórico importante, eso no garantiza lo que viene después. Un año y medio después de mayo de 1945, el general De Gaulle dimitió", recuerda el historiador.
Para Jérôme Fourquet, a menos que ocurran nuevos acontecimientos que cambien el contexto político, "cabe pensar que a pesar del impacto y la emoción, las aguas volverán a su cauce poco a poco. Puede que el recuerdo siga vivo, pero el desempleo, los déficit y los impuestos recobrarán su protagonismo".
A modo de ilustración, se habla estos días de la figura de Rudolph Giuliani, alcalde de Nueva York cuando los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Con su simpatía y su trabajo, Giuliani se convirtió en un héroe, pero nunca pudo utilizar esa extraordinaria popularidad para lanzarse a la carrera por la presidencia de Estados Unidos.