A José Lezama Lima se le daba, cuando se le daba, en los estudios universitarios de Literatura Cubana, como un oscuro poeta del grupo de Orígenes que había escrito una monumental novela, Paradiso, que contenía un capítulo, el 8, que a su vez contenía, narraba una escabrosa escena homosexual, nada patriótica, pornográfica casi; no mucho más y dicho así, de pasada, y como quien no quiere la cosa, o la quiere pero no puede o no se atreve; al menos hasta mediados de la década del ochenta.