El diario estadounidense The Washington Post publicó este viernes una columna de opinión del escritor cubano Carlos Manuel Álvarez, quien llama la atención sobre el riesgo que corren los activistas del Movimiento San Isidro (MSI).
"Hoy viernes 20 de noviembre, cuatro miembros del grupo se encuentran en huelga de hambre y otros tres en huelga de hambre y sed", recuerda el escritor y alerta que, de no resolverse con el diálogo, llegaría a un "límite espantoso" que "no parece otro que el foso de la inmolación".
En Cuba, estos atropellos comunes podían pasar antes sin demasiado escándalo, la máquina represiva solía disfrazar con bastante eficacia sus constantes episodios de injusticia. Pero ese manto, luego de años de resistencia de distintos grupos de oposición política, parece haber sido desgarrado de una vez, para no volver a zurcirse. Denis Solís forma parte del Movimiento San Isidro (MSI), y sus integrantes lanzaron por su liberación una impactante campaña de solidaridad que en menos de una semana ya han reinventando varias veces", escribe el autor del libro de crónicas ‘La tribu’ y la novela ‘Los caídos’.
Álvarez sugiere que la creatividad y tenacidad del MSI trae agotadas a las fuerzas represivas en Cuba: "El MSI es una organización tentacular de arte y activismo con sede en La Habana Vieja, coordinada por el artista Luis Manuel Otero, y cuya vocación ecuménica y carácter anfibio hacen difícil clasificarla. Ahí se reúnen raperos del gueto, profesoras de diseño, poetas disidentes, especialistas de arte, científicos y ciudadanos en general. Si bien nadie puede encerrarlos en un concepto mínimo, en una cláusula más o menos exacta que defina a qué se dedican, los que menos pueden hacerlo, los que menos saben de qué va el asunto —y por eso actúan cada vez de modo más desquiciado, visiblemente exhaustos— son las fuerzas del orden".
Para el fundador de la revista cubana independiente de periodismo narrativo, El Estornudo, el MSI es "una mancha al rojo vivo en el mapa anémico de la temperatura cívica cubana".
"La energía se articula alrededor de ellos en forma de calor. Mucha gente curiosa del barrio, como si asistieran estupefactos al espectáculo de una fogata chisporroteante, los miran desde lejos, porque queman, pero tampoco pueden dejar de mirarlos, porque seducen", apunta Álvarez y se atreve a asegurar que los activistas del movimiento quizás son los únicos cubanos de la isla que hoy estén viviendo en democracia.