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AIDOL cae ... y con él, la narrativa del avance tecnológico ruso


La caída del robot AIDOL durante su presentación en Moscú.
La caída del robot AIDOL durante su presentación en Moscú.

En un evento que buscaba destacar los avances tecnológicos de Rusia, el debut del robot humanoide AIDOL terminó siendo un símbolo de las dificultades del país para competir en la carrera global de inteligencia artificial y robótica.

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En los seminarios de Comunismo Científico en la Universidad de Odesa (Ucrania), durante la perestroika, un profesor pregunta la diferencia tecnológica en años entre Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Uno de sus estudiantes, ferviente devoto del Partido Comunista (PCUS), respondió con seguridad que América sólo tenía 5 años de ventaja. El profesor apuntó, sin titubear, "Sí, 5 años, pero años luz"... Pronto terminarían las clases, los seminarios de Comunismo Científico y también la URSS.

Esa diferencia tecnológica se ha acrecentado y en estos días se hizo evidente con el más reciente intento de Rusia por exhibir sus avances en inteligencia artificial y robótica humanoide.

La exhibición no tuvo el éxito de las aldeas de Potemkin, especialmente cuando AIDOL (Artificial Intelligence Dynamic Organism Lab), el robot avanzado, desarrollado por la empresa Idol, se desplomó en el escenario durante su presentación oficial en Moscú.

El momento más esperado del importante foro de tecnología y robótica celebrado en la capital rusa, llegó con la triunfante salida del robot, animado por “Gonna Fly Now”, el tema de la primera película de Rocky.

AIDOL saludó al público y dio algunos pasos antes de perder el equilibrio y caer de frente, ante las cámaras, los funcionarios y los asistentes. Varios técnicos corrieron para cubrir al robot con una cortina negra, pero ya era demasiado tarde.

El incidente se volvió viral de inmediato y terminó convertido en algo más que un momento de vergüenza: hoy es un símbolo de las crecientes dificultades del país para mantenerse a la par de los líderes tecnológicos globales.

Un robot destinado a mostrar la fortaleza técnologica rusa

AIDOL fue diseñado como la entrada de Rusia en la carrera por la robótica humanoide avanzada. Con 1,86 metros de altura, 95 kilogramos de peso y la capacidad de caminar a 6 km/h y cargar hasta 10 kilos, el robot prometía ser un ejemplo de la nueva capacidad rusa. Su rostro expresivo—capaz de mostrar más de una docena de emociones y múltiples microexpresiones—fue presentado como una innovación destacada.

Los desarrolladores subrayaron que entre el 73% y el 77% de sus componentes son de fabricación rusa, un mensaje político clave en momentos en que Moscú impulsa la “soberanía tecnológica” como respuesta a las sanciones internacionales.

Los desarrolladores de AIDOL atribuyeron la caída a problemas de calibración, interferencias lumínicas y fluctuaciones de voltaje, según dijeron eran riesgos que contemplaban para el prototipo aún en prueba.

Reacción pública: humor, burla y dudas

La caída dominó las redes sociales rusas, donde millones vieron el video. Para muchos usuarios, el momento no solo fue cómico: también fue simbólico. Varios comentaristas cuestionaron si Rusia está realmente preparada para competir con EEUU, Japón y China en la carrera de la robótica avanzada y la inteligencia artificial. Otros se burlaron del intento desesperado de cubrir al robot, calificándolo como “la metáfora perfecta del secretismo estatal”.

El director ejecutivo de Idol, Vladimir Vitukhin, intentó presentar el fracaso de forma positiva: “Esto es exactamente lo que es el aprendizaje en tiempo real: cuando un error exitoso se convierte en conocimiento, y uno no exitoso, en experiencia”. Vitukhin insistió en que construir un robot con mayoría de componentes domésticos es mucho más complejo que ensamblar modelos con piezas importadas, y que el proyecto está lejos de haber terminado.

Aunque la caída fue técnicamente menor, expuso un problema mucho más grande: la creciente brecha tecnológica entre Rusia y Occidente, que abarca múltiples sectores.

La fabricación de microchips es la gran debilidad de Rusia, que opera con chips de 28–65 nm—equivalentes a tecnología occidental de hace más de una década—mientras que Estados Unidos y Asia producen a 3–5 nm. Esto limita su capacidad para desarrollar sistemas modernos de IA, drones, satélites y electrónica avanzada.

En cuanto a los drones hay una dependencia de piezas importadas. Los militares usan motores alemanes o austriacos, cámaras occidentales e incluso chips comerciales. El conocido Orlan-10 lleva componentes de una cámara Canon.

Otra industria en retraso es la aviación, donde sin acceso a repuestos occidentales, Rusia canibaliza aviones Airbus y Boeing. El modelo MC-21 enfrenta retrasos por la incapacidad de reemplazar sistemas de aviónica, compuestos y motores de origen extranjero.

Los hardware de IA dependen de las sanciones a que es sometida Rusia tras la agresión a Ucrania desde el 2014. Rusia no puede adquirir GPUs de alto rendimiento para entrenar modelos avanzados. Sus alternativas domésticas son mucho más lentas, lo que limita su capacidad en inteligencia artificial.

Los satélites GLONASS, utilizados también en Cuba y Nicaragua, ofrecen menos precisión que el GPS, y la industria automotriz rusa produce vehículos sin airbags, ABS ni sensores modernos.

AIDOL como un punto de inflexión

La presentación de AIDOL por TASS, la agencia informativa creada en tiempos de la URSS destacaba a la innovación de labor off-line y las emociones del rostro.

AIDOL debía demostrar que Rusia podía construir tecnología avanzada con partes nacionales. En cambio, su caída mostró la realidad: que la brecha entre la ambición y la capacidad es cada vez mayor.

El incidente abrió un debate interno sobre expectativas, transparencia y la capacidad real del país para sostener sus avances tecnológicos.

La presentación de AIDOL no fue el éxito que esperaban sus ingenieros, pero logró captar la atención mundial, con memes, bromas y sarcasmo.

Por ahora, AIDOL es un recordatorio claro de que en la carrera por la tecnología avanzada, Rusia todavía tiene un largo camino por recorrer y que para ponerse al día necesita mucho más que 5 años luz.

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    Alvaro Alba

    Álvaro Alba. Subdirector de la Oficina de Transmisiones a Cuba (OCB). Historiador y periodista especializado en temas de Europa del Este y la ex Unión Soviética. Máster en Historia por la Universidad Estatal de Odesa, Ucrania. Premio Emmy 2017 (Emmy Award) en la categoría de Documental Histórico y Premio David Burke a la excelencia periodística de USAGM (2020). Desde 1998 trabaja en OCB. Es frecuente panelista en programas de radio y televisión sobre esos temas. 

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